domingo, 30 de diciembre de 2012

Chico de barrio


La claridad de los ojos de Abdil contrastaba con su piel, de la misma forma que su madurez contrastaba con su edad.  Aprendió a pelear desde la cuna, o mejor dicho, desde la patera en la que atravesó el estrecho que separa el Despropósito de la Avaricia.

Pero en la aparente prosperidad también hay miseria. Más de la que muchos piensan. Por regla general, menos de la que sus ojos debieron presenciar, pero presenciaron. Cultivó rasgos secos en sus facciones, síntomas de apretar los dientes ante la injusticia y la impotencia de no poder enfrentarla. Pero por otro lado, aprendió de la vida.  Y nunca se aprende en exceso de la vida, o al menos eso defendió siempre él.

Aprendió que la literatura es literatura, y que no es belleza lo que nos devuelve el espejo de la realidad. Nada es fácil en la selva de cemento y el odio impregna las migas de pan en el suelo de aquella esquina solitaria que regenta un perro rabioso.

De ahí su tranquilidad. Nada le sorprende porque lo ha visto todo. Lo malo. Lo bueno, lo conoció en las historias que le contaba su madre durante su infancia hasta que cayó enferma cuando Abdil cumplió seis años.

No obstante, Abdil nunca soñó con cambiar el mundo. Bastante tenía con cuidar de sí mismo. Comprendió que el mundo se rige por la ley de la calle, y que no hay política que la controle. Siempre se impone. A la calle no sólo hay que respetarla; hay que complacerla y concederle sus caprichos. Sólo entonces parecerá que el poder lo tiene todo controlado. Abdil tiene doce años.

Pero aunque no lo parezca, siempre hay algunas pequeñas vías de escape en el barrio. Una de ellas era el fútbol. Jugaba con zapatos, no por elegancia, sino porque era lo único que poseía para calzarse. La pelota, lo que duraba, hasta que alguien decidía robarla, o bien se perdía o se pinchaba.

Jugaba con los mayores. Chavales de 16 y 18. Hombres de 20 y 30. Y no le intimidaban las patadas. Quería la presión. Se divertía. Su juego era descarado, pero respetuoso. Dulce, pero mortal. Y en el campo no había pobreza, ni pasado ni presente. Probablemente tampoco futuro. No había miseria ni miedo. La calle la limitaba una línea blanca, y no existía nada más allá.

Así pasó Abdil su infancia. Entre tinieblas y flashes. Entre odio y palmadas en la espalda. Entre la impotencia, la indiferencia y la ilusión. Entre la sonrisa y el ceño fruncido. Entre la claridad de sus ojos, y la oscuridad de su piel.

Paz!

viernes, 28 de diciembre de 2012

La Palabra queda muda

Mi vida cambió el día que decidí abrir un blog. Fue en mayo de 2011. Siempre me había gustado y atraído la escritura, pero nunca la tomé como un hábito. A partir de ese momento sí. Y fue como volver a nacer en el mismo cuerpo. Aceptar una nueva vida, una nueva compañía.

Porque creo que muchos no sois conscientes de lo que implica escribir. Me preguntáis que de dónde saco la inspiración.Y sonrío, porque la inspiración sois vosotros y la realidad que constituis. Tener vocación de escritor implica el pasear por la calle, o sencillamente estar sentado en el sofá, y no parar de dar vueltas a la cabeza buscando ideas, intentando bucear más allá de las imágenes que tus simples ojos proyectan en tu cerebro. Porque los escritores, más que nadie, sabemos que hay algo bajo la carne.

Metáforas. Esa batalla en la que buscas transformar lo simple en complejo y lo complejo en simple, tratando de abrigar algo la desnudez del que escribe. Porque a veces asusta lo desnudo que te encuentras, al menos para escritores como yo, que no engañamos nunca y nos limitamos a escribir con el corazón, que no tiene límites. Aterra pensar que ya no tu vida, que es lo de menos, sino que tus ideas, emociones y convicciones son públicas y están al alcance de cualquiera.

Y llega el periodismo y me agarra del cuello con sus dulces garras afiladas. Te emponzoña de curiosidad y de valentía, de querer conocer la verdad y mostrarla tal y como es. Comienzas a creer que ya eres periodista e incluso te dan la alternativa maestros del oficio que valoran tu hacer.

Y ya no eres sentimientos ni emociones. Eres trabajo. Tu cabeza no piensa en lo que siente tu corazón sino en el poder de tu escritura como medio de comunicación, como creador de la realidad. Conoces el poder del periodismo y te seduce.

La ciencia te escupe que un día no es más que veinticuatro horas. Simplemente veinticuatro horas. Veinticuatro horas que invierto en aprender a vivir fuera de casa, intentar cumplir con algunas tareas de la universidad, estudiar lo suficiente para ser un notable alumno y sobre todo, forjar un buen periodista, que es mi verdadera pasión.

Es por eso que lo dejo. No implica que deje de escribir. Pero poseer un blog para mí implica un compromiso con mis lectores y con mi persona. Exige el ser regular. Y no puedo prometer nada. Todo lo contrario. Ese compromiso me asfixia y provoca que mi escritura no sea libre sino que arrastre cadenas. Y yo soy de los que escriben volando.


PAZ!

martes, 25 de diciembre de 2012

Saber escuchar


Acostumbrado a ser escuchado y en ocasiones por placer de mi interlocutor, en pocas oportunidades  soy yo el que escucha, y eso que siempre que lo hago, lo hago con placer. Porque me complace el escuchar, el que una persona se exprese y juegue con las palabras aunque la conversación no sea especialmente literaria. Las palabras nacen siendo magia, y mágico es su uso.

Admiro el lenguaje y el habla, la confianza de quién te transmite sus más profundas ideas y pensamientos, sus emociones, sus sentimientos, de una forma más o menos directa, pero con una sinceridad que hace más cálidas éstas palabras. Por favor, que no te intimide el domador de palabras.

GRACIAS, si me ofreciste conversación, con descaro, sin reparos, gracias de corazón. Yo sé escucharte, no me cuesta nada, de verdad. A mí me gusta escucharte y creo que puedes confiar en mí. Ofréceme tus palabras, porque creo que no tenemos nada mejor que ofrecer.

Paz!

martes, 11 de diciembre de 2012

Licor y soledad


Se acercó sigiloso y se colocó frente a la barra, donde yo apoyaba el cuerpo mientras observaba el partido de fútbol junto a mi padre. Llamó mi atención desde el primer momento. Un rostro perdido, distraído en una realidad que evidentemente no era la mía.

Al principio me recordó al perro que rodea la mesa para buscar algo de comida, bien por bondad o bien por fortuna. El sujeto permanecía entre nosotros y la máquina tragaperras. En ese instante, cruzó mi cabeza la idea de que pretendiera robar. Demasiado silencioso. Demasiado abstraído.

Sin embargo, tras varios minutos en silencio, el hombre habló con una voz que ocultaba vergüenza, procurando no llamar la atención. “José, ponme un cubatilla cuando puedas”. El camarero asintió sin pronunciar respuesta alguna. Quizás ya acostumbrado a la petición. Quizás acostumbrado a la respuesta. Pero triste,  por tener que escucharla y, sobre todo, que corresponderla.

Cubata en mano, el perfecto extraño daba pequeños pasos por el pasillo creado entre la barra y las tragaperras. Bebía a sorbitos. Quizás saboreando con esmero el alcohol. Quizás, pretendiendo amortizar el dinero gastado. Quizás no fuera el primero de la noche.

Habiendo pagado ya y disponiéndonos a marchar, otro perfecto extraño se acercó al primero. “Rafa, te veo muy serio. ¿Estás bien?”. Tras una mirada melancólica, Rafa respondió. “Sí, estoy bien. Simplemente disfruto de una copa. Tranquilo”. El segundo extraño pareció quedar satisfecho, aunque yo preví que no, y dejó a Rafa solo. Como nosotros, que salimos del bar.

Paz! 

domingo, 9 de diciembre de 2012

Paciencia


No es la primera vez. Limítate a hacerlo. “Limítate a sentirlo”, me dije, esta vez a mí. Sé que será lento, lento y silencioso. Como siempre. Y volveré a sentirme solo, aunque rodeado. Sé que hace tiempo  acepté a Soledad como imprescindible compañía, pero supongo que unas cosas compensan las otras.

Yo sólo quiero pasear contigo y ser yo mismo, a pesar de las veces que vuelvo a intentar ofrecerme a Cupido.

Sin embargo, volvemos a vernos de nuevo. ¿Cómo será esta vez? ¿Sentiremos el calor de nuestros cuerpos en la distancia? ¿O ignorando el roce nos sentiremos dos perfectos extraños? Yo ya desnudé una parte de mí, para ti. No la despreciaste, del todo.

No obstante, estos ojos apenas han rozado el olor de tus manos. Y no sé qué más hacer. Puedo gritar más fuerte. Puedo escalar la montaña más alta. Para que me veas. Pero no conseguiría nada, porque siento que ya lo he hecho. Y no sé qué más hacer.

Puedo dejar de regar esta maceta. Puedo dejar de susurrarle, a esta flor. Puedo dejar de dar alpiste a este pájaro al que encomendé acompañarme al Sol, aunque eso significara arder. Puedo dejar que te marchites. Puedo pensar que “no somos tan parecidos”. Puedo pensar que “no eras como yo esperaba”. Pero me niego. Me niego. Porque la indiferencia mata al que decide esperar.

Pero esperaré. Esperaré en este banco, sentado, aunque tú creas que yo ya cogí el primer autobús. Esperaré tu vuelo, porque sé que sabes volar. Todo lo que necesito es una señal. Una señal. Y esperaré, lo que haga falta.


Paz!

domingo, 2 de diciembre de 2012

Esperanza


Maldita seas. Maldita seas, me engañaste.  Me hiciste preso en tu halo de misterio, y cegado por tu luz, ingenuo,  me encerré en tu habitación y destruí la llave. Me convenciste de que eras única y yo así te concebí. Y te mimé, y procuré hacerte sentir.

Colonia en un frasco. Amor, en tu caso. Caí del árbol intentando alcanzar las manzanas, y al golpearme me vi sediento. Sufrí el frío en verano; me vi sólo y olvidado. Exiliado en un rincón desierto.

Ya no había misterio ni manzanas, pero mi corazón permanecía acorralado por cuatro paredes. Una me miraba divertida. Otra sentía lástima. La del cuadro del gato negro me mostraba las manzanas una y otra vez; la adornada por un espejo bañado en oro se sentía culpable.

Elegí refugiarme en mí mismo. Sentado, con la cabeza entre las piernas, en medio de la habitación. Reflexioné sobre mi yo y asumí que mi yo es tan profundo como incomprensible para el resto. Al alzar la cabeza, las paredes se habían distanciado y ya no me observaban ni divertidas ni lastimeras, tampoco provocadoras, y mucho menos, culpables. Sus miradas expresaban más bien incredulidad.

No obstante, algo más había cambiado en la habitación. Me encontraba rodeado en un triángulo perfecto por tres velas pequeñas. Apagadas. Esperando a ser encendidas. Alejadas ellas de mi tanto como la una de la otra. Al acercarme observé una marca en cada una de las velas: una letra E, una letra A, y una letra N.

Decidí encenderlas con un mechero que descansaba en mi bolsillo. El fuego prendió, entusiasta, y la habitación se iluminó, algo que pareció asustar aún más a las paredes. De repente me vi a ras de suelo y prácticamente abrazo a las velas, esta vez muy cercanas a mí.

Comencé a sentir calor. Un calor que recorría mi pecho, y que también calmaba mi sed y mi locura. No sabría decir en qué momento comencé a conversar con ellas, por separado. Planteando las mismas preguntas, obteniendo distintas respuestas.

Y me entregué a ellas sin pedir nada más a cambio. Descubrí su magia, y me enamoré de ese triángulo perfecto sin sentirme amenazado.

Me engañaste, pero tuve el valor de despertar. Enfrenté mi soledad y la convertí en la mejor compañía. Iluminé mi camino con tres velas que arden sin temblar en mi pecho. Comprendí que el mejor aroma es aquel que vive libre y se mece por el viento. 


Paz!

lunes, 19 de noviembre de 2012

El héroe y su dama


Tras un paseo por el puerto de Málaga, decidí sentarme a escribir en el Paseo de los Curas. Armado con mi amado bolígrafo de tinta negra, desvirgué una hoja cualquiera de mi cuaderno decidido a crear la mejor historia jamás contada. Introduciría en mi relato doncellas y caballeros, hechiceros y dragones, justos y malvados, y una pizca de épica que lo convertiría en el cuento perfecto para leer a un hijo antes de acostarse.

Apenas tuve tiempo de escribir el título cuando un hombre de avanzada edad, quizás no tanta como para llamarle anciano, pasó por mi lado. Interrumpió –de forma involuntaria, o eso creí- mi tormenta de ideas y permaneció durante unos segundos fijando su mirada en el papel. Le devolví la mirada, pero él rechazó rápidamente el contacto. Imaginando que el buen hombre realizaba un descanso en su camino, volví a mi relato.

Yo me hallaba ya inspirado, ya que no necesito demasiado para estarlo, y en mi cabeza comenzaba a construir y a sacar brillo a la elegante armadura de mi protagonista, a la vez que me regodeaba en los detalles del vestido de la princesa a la que éste debería rescatar. Sin embargo, volví a sentir en mi mano la penetrante mirada del hombre. Esta vez sí me encontré con sus ojos pequeños y azules, temerosos y escondidos en unas cuencas repletas de ternura. Tímido, balbuceó una pregunta:

-Tú… tú no tendrás hora, ¿verdad?

El hombre parecía estar arrepentido de haber formulado la pregunta. A pesar de haber interrumpido la grandeza de mi historia por segunda vez, decidí ser educado y suelto con él:

-¡Claro! Son las siete y media, señor.
-¡Oh! Ya comienza a ser tarde para mí… Muchas gracias, joven.

Supuse que el hombre seguiría su camino, ya que por lo visto debía regresar a su hogar, si es que lo tenía. Pero no. Para mi sorpresa, el hombre decidió sentarse junto a mí en el banco, observando fijamente lo que estaba escribiendo.

-¿Qué eres? ¿Estudiante?
-Así es, señor.
-¿De Málaga o de fuera?
-Vengo de Granada.
-Buena tierra, la tuya… aprovecha el tiempo que estés aquí porque no volverá. Búscate una buena malagueña, que son muy guapas.

Divertido, no pude más que darle la razón. Cuando intentaba tomar la palabra, él se volvió a adelantar:

-Yo ya no soy el chaval que fui… hubo tiempos mejores para mí. Fiestas con baile, vino y mujeres. Aunque ahora mismo me veas caminando solo, un día fui importante. Las chicas se pegaban por mí, no por mi atractivo, sino por mis historias y batallitas. Pero claro, eran otros tiempos, otros tiempos…

Pese a tener por fin una oportunidad para hablar, permanecí en silencio. La voz del hombre había quebrado al rememorar un pasado, sin duda, mejor. Oteando el horizonte, quizás buscando allí al joven que un día fue, el hombre suspiró. Unos ojos que miran sin ver y una lágrima que se desliza por la mejilla y humedece una cuidada barba.

Finalmente, el hombre se levantó. Fijó su mirada en mi cuaderno por última vez y marchó sin despedirse. Tampoco yo dije nada. Continuó su camino. No se fue por donde había venido. Quizás no daba la vuelta. Tan sólo siguió andando, fundiéndose con el atardecer tras el puerto en una estampa que podría ser portada de cualquier libro.

Un personaje anónimo, con mucho que contar, pero sin nadie que le prestase atención. Un hombre silencioso y cabizbajo, deambulando en una gran ciudad. ¿Y quién dice que no es un héroe? Tan sólo no es la clase de héroe que ellos buscan. No trae la historia que quieren oír. ¿Y quién dice que no enamora a ninguna dama? Cuando la única diferencia es que su dama es un castigo; la soledad que le acompaña. Y quién sabe si siquiera la muerte podrá separarles.

Continué escribiendo bajo el título que previamente había elegido.



Paz!

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Duelo al Tao.


Nací contrario al hombre sabio y mi ejemplo no es tal ni sirvo para dar consejo. Condenado al sufrimiento pues dependo de él aunque no quiera sufrir. Mi corazón putrefacto por el acto de albergar ideas como honor y orgullo. Me abrazo a mi `yo´ y mi `yo´ me hunde. Pero antes dejo de respirar que soltarme. No pretendo limpiar la tierra de locura si el loco soy yo ni tampoco contemplar la vida desde la paz interior, si acaso desde el conflicto.

No hay ansia de plenitud en mi alma pues comprendo el descanso; sí de dejar mi nombre escrito y abrazar a la muerte sabiendo que fui mi propio dueño. Mis deseos distan de los tuyos y probablemente sean más sanos, y aunque me arrastren a la parca conllevan eternidad.

Siempre preparado para luchar aunque sin espada en mi cinto, los cinco elementos fluyen en mi instinto. Vanagloriándome alcanzo la gloria, y brillando por mí mismo ilumino este antro, permaneciendo invisible entre la niebla que no existe, para vosotros, pues la existencia no la comprenden los ojos. Dando la espalda a la luz y dirigiéndome a la oscuridad.

Quizás iluso, pero seguro, muestro mis puntos mortales porque se que no estoy a vuestro alcance. Y aún no logran convencerme para cambiar.


Paz!

viernes, 9 de noviembre de 2012

Amor es el horizonte; amar, el camino

 Como mi actual pasión y ojalá futuro oficio sin perder esa llama es el contar historias, hoy voy a contaros una muy especial que no hace mucho tiempo me susurró una chica misteriosa. Esta es la historia de Florín, el pájaro.

Florín rompió el cascarón al amparo de su madre en su nido, pero solo. No conoció a sus hermanos. Siempre estuvo solo, en parte, porque él quiso estarlo. Su madre fue ejemplar. Estuvo cuando la necesitó y logró que Florín nunca echara nada en falta, ni de menos.

Con el tiempo, nuestro protagonista se vio ante el momento de aprender a volar. Y no fue fácil, pues sus alas  y sus incipientes plumas lloraron más de un golpe. Sin embargo, un buen día por la noche, Florín se propuso volar a pesar del descanso de su madre. Y Florín voló.

No era pánico, aunque sí miedo. Con la voluntad de seguir adelante, pero echando la mirada al nido. Dicen que cuánto más densa es la oscuridad, más destaca la luz, y Florín encontró la luz en algo que intuía pero jamás había visto. Ni sentido. La Luna.

Florín había pasado toda su vida escuchando cuentos sobre el Sol, y de cómo un iluso ardió intentando alcanzarlo. Por esto último, siempre le tuvo respeto. Pero ella era diferente. Tan dulce, tan natural. Luminosa sin ser ardiente. Alumbrando sin ser fuego. Era tan diferente, que deseó posarse sobre ella. Y Florín voló.

Nuestro ya amigo voló toda la noche. Sin mirar atrás. Olvidando a su madre, a su nido e incluso a sus hermanos, a los que seguía con la esperanza de ver algún día y quién sabía si cerca. Estaba decidido. Ilusionado. Podríamos decir, incluso, que confiado.

Pero, ¡ay, amigo! La Luna es misteriosa, y a veces alumbra caminos que no quiere que sigas. Pero los alumbra. Y él los siguió. Con miedo a equivocarse, sí, pero con la sonrisa del romántico que sueña la fotografía de un futuro mejor.

Emponzoñado con el veneno que ciega la razón, Florín no contó con su estómago. Y su estómago rugió. Florín volvió al nido al amanecer. Interrogado por su madre, Florín no quiso dar explicaciones, sobrado en el supuesto de que la mejor respuesta la traería el viento.

Sin embargo, Florín volvió a sentirse pequeño. A sentirse frágil. Temió desaprender a volar, y por tanto, decidió que su aventura debía continuar aquella precisa noche. Con la oscuridad, el pájaro de la noche volvió a batir sus alas en busca de la Luna.

Florín voló durante horas. Horas y horas, siguiendo un camino que parecía no tener fin. Cansado, Florín pensó en la caída. Y tuvo miedo de caer y morir en el intento. De repente, la tuvo delante.

Estaba fascinado. Sobreexcitado. Pero quería hacer las cosas bien y, ciertamente, tenía pensado como seducirla. Daría cientos de vueltas a su alrededor, mostrándole su mejor cara y unos sentimientos sinceros; sus emociones, palpables; el abrigo de sus alas, suficiente.

Pero nuestro amigo se precipitó. Quizás no. O quizás sí. Pero eso ya no importa: nuestro amigo se quemó. Fue una quemadura sutil. Suave. Casi sin dolor. Dentro de lo que cabe, Florín tuvo suerte: sólo se quemó un ala.

Insistente, Florín decidió retomar lo planificado y comenzó a girar en torno a ella, con cuidado de no quemarse. Tanto observarla, en su plenitud, en su belleza, le hizo sentirse privilegiado, un poseedor de su confianza. No obstante, observar sin posarse, carecía de sentido. Y Florín se quemó las dos patitas.

Derrotado y herido en su orgullo, Florín volvió al nido. Y aunque derrotado seguía sintiéndose fuerte y responsable, en el nido se sentía pequeño, débil, inútil, frágil aunque protegido... y además, derrotado.

A pesar del trágico final, Florín volvió a la noche. Y la noche abrazó a Florín, haciéndole sentir seguro, fuerte y responsable. Decidió cambiar su mentalidad: ahora él sería la Luna, y sería ésta la que desearía su visita. Florín adoraría su propio reflejo, su propia luz. Y voló hacia su propio reflejo. Y voló hacia su propia luz.


Paz!

lunes, 29 de octubre de 2012

J' aimerais savoir.

J'aimerais savoir qu'est-ce que tu penses, si le son de ma chanson touche ton coeur comme ça fait pleurer mon esprit sous le silence de la pluie. Bien sur, je ne sais pas quoi faire, et la raison pourrait d' être que je suis un écriteur sans paroles pour réciter.

Paix.

martes, 16 de octubre de 2012

Cuerdo.

Hoy me he despertado alegre. Anda, ve a acostarte. Hacía tiempo que no me encontraba tan contento. Entonces, ¿por qué lloras? Porque soy feliz. ¿Y a qué viene esa cara tan larga, esa mirada baja y esos ojos grises? Ya no tengo miedo, el miedo me ha abandonado. ¿No deberías, pues, soltar a Ted? Es él el que tiene miedo. ¿Y por qué. si es así, has venido a buscarme tú y no él? Me sentía solo. Siempre te ha gustado estar solo. Sí... pero ahora necesito un abrazo. No puedo abrazarte. Recuerda que no existo. Aun así, te amo, y no quiero que nos separemos nunca. No puedo alejarme de ti. A veces parece como si tú también me amaras... ¿Quién dice que no lo haga? Me gustaría caminar por el parque... Ignoras que hace tiempo que tus piernas dejaron de responderte. ¿Llueve? No es necesario que lleves paraguas. Me gustaría leer un buen libro. No sabes leer. Léemelo tú. No puedes oírme. Yo no puedo ayudarte. Dime al menos qué hora es. ¿Por qué te interesa el tiempo si ya no perteneces a él? Voy a acostarme. Buenas noches. Ya es tarde. La luz del sol ya baña tu piel.


Paz!

miércoles, 10 de octubre de 2012

Un gran día.


Son las diez y media y Mamá llamará al teléfono fijo de este estudiante en su primer año en Málaga. Estudio Periodismo por vocación, o eso pensaba. Me preguntará qué he comido y, a continuación, que qué tal el día. Le diré que ha sido un gran día.

Y ha sido un gran día porque me he topado de frente con mis sueños. No, no los he soñado, los he tenido delante de mí, hablándome y mirándome a los ojos. Pude incluso tocarlos, mas qué osada falta de respeto hubiese supuesto tal atrevimiento.

Los tuve delante de mí. Susurrándome con la voz del que ha aprendido más que enseñado y luchado por algo que yace vapuleado en el suelo. Hablándome con la voz de la experiencia que dan tantos años trabajando,  combatiendo por dar vida a lo que quieren dar por muerto. Agitando mi conciencia con la voz del que ha apurado el límite de la censura, llegando más lejos de lo permitido. Ilusionándome con la voz del que gobierna los picos más altos en poco tiempo, pero paso a paso.

Hoy mis sueños se han materializado frente a mí. He visto el guerrero que me gustaría ser, cómo me gustaría ser recordado. Soportando una lluvia eterna que helará tus pies, penetrando el agua en tus zapatos. Pero aceptando ese sino. Siendo consciente de que sólo los valientes tienen un lugar en el Periodismo.


Paz!

lunes, 8 de octubre de 2012

Per què serà?

Serà perquè les llàgrimes en caure no sonen o perquè el sabor de la carn embogeix el sensat. Serà perquè els llavis deixaren l’estimar pel ferir, o perquè l’amor abandonà el risc pel joc i l’atzar el féu pres. Serà perquè jo prefereix la guerra.


Serà perquè les muses ja no juguen amb l’imaginació. Serà perquè el cel està ennuvolat i les agulles del meu rellotge estan en vaga. Serà perquè la meua brúixola assenyala una direcció que no existeix. Serà perquè l’alba no té parella.


Serà perquè el principi és la fi i la fi és el principi. Serà perquè allò únic cert és el trànsit. Serà perquè la vida és bruta però hi ha somriures que li donen brillantor. Serà perquè encara hi ha ànimes que riuen i ballen en llibertat. Serà perquè sóc el llop que udola a la lluna. Serà perquè volguera veure rere la màscara que tot ho corromp però ens manté amb vida.


Serà perquè aquesta nit tenia altres tasques que atendre, però elegí aquesta.


Serà perquè descanse en silenci.

Cortesía de mi camarada LUALLA!

viernes, 5 de octubre de 2012

¿Por qué será?

Será porque las lágrimas al caer no suenan o porque el sabor de la carne enloquece al sensato. Será porque los labios dejaron el amar por el herir, o porque el amor abandonó el riesgo por el juego y el azar lo hizo preso. Será porque yo prefiero la guerra.

Será porque las musas ya no juegan con la imaginación. Será porque el coronel no tiene a quién escribir. Será porque no hay llama que encienda las velas. Será porque no hay pluma para bañar en la tinta.

Será porque no veía la luz al final del túnel. Será porque el cielo está nublado y las manecillas de mi reloj están en huelga. Será porque mi brújula señala una dirección que no existe. Será porque el amanecer no tiene pareja.

Será porque el principio es el fin y el fin es el principio. Será porque lo único cierto es el tránsito. Será porque la vida es sucia mas hay sonrisas que le dan brillo. Será porque aún hay almas que ríen y bailan en libertad. Será porque soy el lobo que aúlla a la luna. Será porque quisiera ver tras la máscara que todo corrompe mas nos mantiene con vida.

Será porque esta noche tenía otras tareas que atender, más elegí esta.
Será porque descanso en silencio.

Paz!

sábado, 29 de septiembre de 2012

Progreso.

Abro la ventana y no veo el sol,
otra mañana lo mismo,
detecto cinismo e hipocresía,
la indiferencia del día a día
de esta sociedad que dejó de ser pueblo.

Un sueldo que no premia el esfuerzo,
un rezo que huele a incienso,
un lienzo abandonado sin vida
porque el artista no puede vivir de su talento.

Un joven con ideales
al que cortaron las alas para caer
en la precariedad y en el silencio.
Una espalda vieja que solloza y no encuentra sustento.
No es productivo el lamento.

Un lo siento que se apaga por la ciudad y sus ladridos.
Un te quiero que muere porque el amor no está permitido.
Un payaso triste que a nadie anima.
Un cisne desolado esperando que la luna le escriba.

martes, 25 de septiembre de 2012

Silencio.

Las llaves cumplen su tarea y las arrojo sobre la mesa de la entrada. Mierda en mi cabeza y cansancio en mi exterior. Fría mi expresión y turbias mis respuestas. No encuentro tiempo ni ganas para contestar tus preguntas.

Sonámbulo en el sofá enciendo la caja de Pandora. Ya ni leo ni escribo. Pena. Desesperación. Más preguntas. Supongo que estaré gris, como el tiempo. Triste. Pero me gusta. Me gusta tanto que sonrío. Detonación.

Silencio.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Oscuro.

Cascada de almas, mi garganta grita a los cuatro vientos lo que siento, no es sentimiento si no viene de dentro. Un corazón que se arrastra, una cara que podría ser más alegre. Una boca que calla, una lágrima que se vierte. Cristal, crisálida que me hace volar al infinito, dime, ¿dónde estás? tu abrigo es mínimo. Esto es personal, lo que hago suena íntimo. Me intimida la barbarie que invade el aire, yo sólo quiero una máscara que me acompañe en la calle. Y si duele, ya lo sangraré, mi voz es herida del corazón que ya cicatricé.

Tres tristes tigre gimen al unísono en esta canción, cantándole a la Nostalgia que un día se instaló, cuando el sol de verano se hace un poco más humano y pierde su luz. Un cúmulo de emociones vibrantes que resalten en el tumulto. Culto al cuaderno que residente en el infierno no se quemó.

Pluma ágil, versátil, que tiñe la nada de lo incierto con sílabas tintadas de sangre. Monedas que arden y ya perdieron su valor. Un túnel oscuro que amanece en esplendor, un Kalashnikov que dispara una flor. Una hoz que no siega, un kaza que no despegó. Un culpable que confiesa, un asesino que no asesinó.

Paz!

lunes, 10 de septiembre de 2012

Magia.

 Recuerdo que hablaba con mi reflejo en el cristal del espejo cuando dejé de oírme. ¿Y mi voz? Aún podía seguir los pasos de mis últimas palabras y la estela de la sentencia inacabada arrastrándose por el cuartito de baño hacia la puerta. "Aquella sensación que me hizo sentir tan fe...". Hice un intento por atraparlas antes de que atravesaran el umbral, destrozando con sutileza el pestillo. Imposible.

Abrí la puerta y me vi en un extenso y estrecho pasillo. Las paredes eran viejas. Vi que una puerta se abría dando lugar a una chica. Se movía con gracia, y su mirada era intensa y penetrante. No parecía conocer miedo alguno, o al menos así me lo demostró mirándome a los ojos e intentando arañarme el alma. Pasó por mi lado sin dejar de mirarme a los ojos. No hice ningún esfuerzo por apartarme a un lado, y ella tampoco. Cuando nos cruzamos, introdujo en mi bolsillo una tarjeta. 

                              "LA VIDA ES CORTA Y EL SILENCIO, PRECIADO".

Me di la vuelta pero ya no estaba. Y un olor a magia inundó el pasillo. Me introduje en mi compartimento y miré a través del cristal de la ventana. Las imágenes, los cuerpos que mis ojos identificaban, se movían ágiles. "¡Qué curioso lo que la vista nos da la oportunidad de ver!". Extraje de mi mochila "Adiós a las Armas" de Ernest Hemingway y busqué la esquina doblada donde dejé mi última lectura. No pasaba de media página cuando de repente empecé a ver borroso. Me preguntaba por qué cuando dejé de ver. Y todo se volvió oscuro.

Permanecí inmóvil esperando que pasara algo en mi desesperanza. Volví a oler magia... por unos instantes, pues en ese preciso momento en que volvía a sentir algo, desapareció. El olor a magia era claro y también oscuro, sin ser visible. Era turbio pero también puro. Era perfecto y era imperfecto. Era magia.

Una caricia en la palma de la mano me sacó de mi enajenación. No podía ver nada, pero realmente, sabía quién me tocaba. Me transmitía algo especial, algo único. Nuestros dedos se entrelazaban con suavidad y sensualidad, y se iba alejando, algo a lo que yo contestaba estirando los míos para alcanzar los suyos. Cuando creí tenerlos atrapados en mi mano, dispuestos a morir con ellos y que fueron la rosa en mi tumba, dejé de percibir contacto alguno. Como si se hubiera esfumado. Esto coincidió con unos labios que se posaban en los míos, buscando el encaje que dibujara la mejor fotografía. ¡Y que bien sabía! Mas fue breve...

Lo último que sentí fue que mi alma tuvo miedo porque dejó de escuchar el latido de mi corazón. Mi conciencia escapó del tren y huyó a volar entre lo que no existe a los ojos de los simples. Me entregué por completo a aquella magia.


Paz!

miércoles, 5 de septiembre de 2012

“A ESPALDAS DE LA LUZ”.


Punto final.

Permanecí cerca de un minuto observando la puerta que acababa de obstaculizar. Sabía que tarde o temprano cedería, y con ello se pondría fin a mi existencia. Me dejé caer sobre el suelo, exhausto. Abracé mi revólver, consciente de que él sería mi único aliado, aunque hubiera abierto las puertas del infierno para mí.

Poco a poco, fui normalizando mi respiración ya que el bombeo de mi sangre me reventaba las venas. Empapado de sudor, y sangrando abundantemente por el hombro izquierdo, me apoyé en la pared y comencé a reflexionar sobre todo lo que había sucedido ese 16 de junio de 2025.

Toda historia tiene un antes… ¿y un después?

La alarma del despertador se activó a las 6 a.m. Llevaba varios minutos esperando ese sonido, con lo que ello indicaba: la hora había llegado. Apoyé las piernas sobre el suelo y fijé la mirada en el objeto que también parecía esperar su momento; un revólver Smith & Wesson.

Había pasado algo más de un año desde que esta idea se trazó en mi cabeza. Muchos meses de entrenamiento, escondido, como el cazador que se relame antes de hincar el diente a su presa.

Ernesto Correa. El dictador todopoderoso que controlaba España desde hacía ocho años. Impuso su ley a raíz del fracaso democrático en el país. La deuda exterior y el desempleo hundieron a una nación que un día soñó ser importante. Cuando la indignación del pueblo comenzaba a ser imparable, Correa empleó al ejército y a la policía para hacerse con las calles, limpiándolas de gente y ensuciándolas de sangre. No se llevó a cabo pacto alguno con el gobierno. Sólo existía él.

El año 2017 fue el año de Ernesto Correa. Se negó a afrontar la deuda con Europa y aisló el país. Un régimen totalitario se impuso, y no había aliados ideológicos para este nuevo líder. Todos eran esclavos, por naturaleza desde su nacimiento. Nadie se atrevió a salir a la calle. Los cantautores dejaron de cantar. Los poetas dejaron de escribir. Sólo existía miedo. Y sólo el odio más profundo era ajeno al miedo. Yo poseía ese odio.

El 16 de julio de 2025 Ernesto Correa daba el visto bueno con su visita al campo de concentración recién construido a las afueras de Torrejón de Ardoz. Pensado para albergar el sufrimiento de cerca de 90 000 personas, era imposible huir de él. Elegí ese día.

Un año antes

Mi cultivado odio hacia Ernesto Correa se materializó en plan el día en que un policía llegó a mi bloque de pisos en Toledo. Tenía un nuevo vecino. Hablamos del 15 de mayo de 2024. Sin familia, comenzó a vivir solo en el piso. Lo asesiné apenas una semana más tarde. Me resultó fácil, extremadamente fácil. Era la primera vez que mataba, pero no la primera que presenciaba un asesinato.

No me demoré y busqué su uniforme. Todos poseían un chip de seguimiento que desactivé sin mayor problema. Junto al uniforme encontré todo lo que necesitaba: lentillas, placas, documentos de identidad, llaves,  ordenador personal… todo. Me deshice del cadáver y huí presto hacia una granja en las cercanías de Alcalá de Henares, allí podría pasar desapercibido y concentrarme en el siguiente paso.

Orígenes

Yo era uno más del rebaño. Nunca destaqué en nada. Nunca fui buen estudiante. Nunca fui buen deportista. Nunca tuve una pandilla. Y nunca llegué a considerarme un buen hijo. Pero algo sí poseía: la capacidad de darme cuenta de quién merecía respeto y quién no, y, en el primero de los casos, otorgárselo. Por supuesto, mis padres lo merecían.

Hijo de Lola y Manuel, nací en 1994 siendo el menor de tres hermanos. Vine al mundo y me crié en mi Granada, en un ambiente campesino y humilde, donde la honradez en el trabajo de uno era lo más importante. No tuve una educación privilegiada, ni llegué lejos académicamente, pero crecí con los valores que pregonaban el sudor y la tierra. Suficiente para reconocer a un corrupto cuando habla.

Mis padres fundaron un comedor social que se proveía de los alimentos de la tierra junto a la libre aportación de cada ciudadano, aunque evidentemente su funcionamiento dependía de una mínima ayuda anual por parte del Estado. Mis dos hermanos mayores, Gabriel y Fernando, de los que me separaban cinco y tres años, respectivamente, marcharon a estudiar a Madrid, compaginando sus estudios de Derecho con un mísero trabajo que les ayudaba a seguir tirando. Yo, por el contrario, decidí abandonar los estudios a los catorce años y me dediqué a ayudar en el campo y, principalmente, en el comedor junto a mis padres.

¿Por qué?

Desde 2008, el número de personas que frecuentaban el comedor no hacía más que aumentar año tras año debido a la crisis económica. Esto nos preocupaba profundamente, y cuando nos reuníamos toda la familia, discutíamos sobre el asunto. Seguramente nuestras ideas no aparecerían jamás en un periódico, pero nuestra conclusión siempre era la misma: el dinero no puede desaparecer sin una buena razón, por lo que alguien debe de estar metiendo la mano donde no debiera.

Y sin duda lo que más nos molestaba, era que quién la pagaba, era la gente honesta, aquella que luchaba por el pan de cada día y recibía menos de lo que su esfuerzo merecía. Y no lo decíamos por nosotros, no. Claro que esto nos afectaba, pero la solidaridad que reinaba en mi familia nos hacía seguir trabajando, aunque no sin sufrimiento.

Sin embargo, en el 2013 se produjeron una serie de hechos transcendentales. De entre las numerosas medidas de recorte del gasto económico del Estado, el Gobierno decidió acabar con las ayudas a los comedores sociales. Esto afectó a mucha gente que, pese a la heroica solidaridad ciudadana, empezó a padecer un hambre que hizo perder la cabeza a mucha gente honrada perteneciente a la clase media. La crisis consiguió su objetivo, hacer desaparecer la clase intermedia.

Las calles hervían. Los enfrentamientos con los cuerpos del Estado resultaban diarios. Los asaltos a comercios, también. Personas que no eran delincuentes, comenzaron a delinquir. Por supervivencia. España fue expulsada de la Eurozona. La constante aparición de personajes a favor de la revolución contra los poderosos provocó que el Gobierno desapareciese. Los que pudieron, huyeron. Los que no, fueron juzgados por el pueblo.

El 2015 fue un año de incertidumbre política. En el 2016, ya no existía la política. Existía la revolución. Y allí estuve yo, en pleno centro de Madrid, junto a mis padres y mis hermanos. Robábamos a los comercios e instituciones más ricas, aplicando nuestra propia justicia. Se establecieron enormes campamentos solidarios, pero seguía sin ser suficiente.

En octubre llegó Ernesto Correa. Respaldado por antiguos militares y policías que se oponían a la revolución, tomó posesión del cargo de Gobernador de las Fuerzas del Estado. Tanto el ejército como la policía se sometieron a su autoridad, obedientes. Entonces la violencia más absoluta se descubrió. Nosotros nos defendíamos como podíamos, pero nuestros recursos no podían compararse con su armamento. La muerte dejó de estar censurada.

Un payaso triste y oscuro

25 de noviembre de 2017. El día de mi 23 cumpleaños, mis padres quisieron prepararme una sorpresa. Bajo la excusa de realizar un recado nos alejamos a uno de los barrios expoliados y desiertos que por entonces comenzaban a surgir en el centro de Madrid. Cuando me desvelaron que no existía recado alguno, mi padre sacó una pequeña tarta de chocolate con una cerilla clavada. Tras encenderla, me invitó a soplar. Así lo hice.

Entonces mi madre extrajo de su bolsillo una carta. Comenzó a leerla mientras yo escuchaba atónito. Era un poema de Miguel Hernández sobre la guerra. La guerra, y el amor que se esconde en ella. La luz en la oscuridad. Las lágrimas brotaron de mis ojos. Y de los de mis padres y mis hermanos.

Desafortunadamente, mi madre no pudo terminar de recitar el poema. Una detonación silenció su delicada voz. Mi padre se tambaleaba. Había sangre en su sucia camiseta, sobre el pecho. Una escuadra de diez militares avanzaba por la calle, a toda prisa, sedientos. Intentamos levantar a mi padre, pero un disparo a mi hermano Fernando, y los suplicantes ojos de mi padre, nos convencieron a mi madre, a Gabriel y a mí de huir. Apenas recorridos cinco metros, mi madre se detuvo. No podía dejar ahí a su amado marido. Besó mi frente y me entregó el poema justo antes de volver junto a mi padre. Yo no pude hacer nada. Pero pude ver como otro hijo de puta le disparaba en el estómago. Entre sollozos, se dejó caer junto a mi padre. Un disparo a bocajarro en la cabeza enfrió sus lágrimas.

Gabriel y yo continuamos nuestra huida por estrechos callejones. Corríamos con todas nuestras fuerzas, llorando con la imagen de nuestros padres y Fernando en el suelo. Nuestro corazón se desangraba. Cuando menos lo esperábamos, nos topamos con tres militares que aparecieron tras un portal. Haciendo uso de la rabia que nos oprimía el pecho, propinamos continuos puñetazos a los militares. Mi hermano extrajo un puñal del bolsillo y apuñaló a uno en el pecho. Le arrebató la pistola y disparó contra los otros dos. Entonces me miró, y con las manos manchadas de sangre,  me dijo: “Huye, tú que aún tienes algo que aportar a este mundo. Yo te cubro”. Sin más, se dirigió hacia el resto de militares que se aproximaban entre jaleos. Abrió fuego. Yo huí.

Por el rabillo del ojo pude ver como recibía tres disparos, perforando su espalda. Se giró hacia mí antes de derrumbarse en el suelo. Yo seguí huyendo. Huyendo. Entonces saboreé el odio más verdadero, más cruel y más honesto. El más justo. Ése odio.

Supervivencia emocional

Conseguí huir camuflándome entre el resto de revolucionarios y, al no poder borrar el más absoluto miedo y odio de mi cara, decidí volver a casa con cuidado. La venganza era un plato que se servía frío, y mi sangre, lejos de ser horchata, hervía de ira. Debía hacer las cosas bien para tener éxito en mi empresa. Despejar la mente me costó cinco años.

En estos cinco años, Ernesto Correa devolvió el “orden”, esa palabra tan recurrente para los totalitarios, a España. Aisló al país de Europa y comenzó a crear puestos de trabajo bajo ciertas condiciones que ponían en escena la siguiente cuestión: ¿libertad o pan? No hubo variedad de colores en el enfrentamiento de la rebeldía contra el miedo. Se impuso la brutalidad del dictador y el pueblo, con el rabo entre las piernas y amenazado, dejó la revolución para otro momento.

Con respecto a mí, tuve muy presentes las imágenes de mis padres y mis hermanos. Es más, deseaba tenerlas ahí. Jamás olvidaría. Jamás perdonaría. Sin embargo, lo que me daría más fuerza y confianza para seguir con la decisión que había tomado, no serían esas imágenes, sino aquellos vídeos y aquellas fotografías de mi infancia en las que sólo había amor. La venganza la dicta el corazón. La piensa la cabeza, pero la dicta el corazón. Y en el corazón hay amor, mucho. Y también odio. Pues el amor y el odio no son extremos que se tocan. Se abrazan. Y uno no puede existir sin el otro. Y el que diga lo contrario, es que aún no ha sentido suficiente. Ellos formaban la máscara partida que la vida había colocado sobre mi vida.

La manzana cae del árbol

25 de mayo de 2024. No sé por qué coño he escrito esto, nada menos que mi vida entera, si probablemente nadie la leerá ni le dará la justa importancia. Acabo de comenzar una nueva, falsa y mísera, mas necesaria, vida como policía al servicio de Ernesto Correa. Por suerte, la persona cuya identidad suplanto, Alberto Ramírez Ortega, ya pasó en su día por los lavados de cerebro, torturas y pruebas de fidelidad a las que el dictador sometía a todo aquel que trabajaba para él. Al no existir ningún vínculo de amistad entre los policías, simplemente me limité a guardar silencio, escuchar y hacer mi trabajo; mantener el orden.
Escondido en una granja, pasé aquellos catorce meses entrenando para mi misión. Perfeccioné mi puntería con mi nuevo socio; un revólver Smith & Wesson. Corría durante una hora cada noche. Golpeaba el saco de boxeo hasta que mis nudillos sangraran. Todo estaba dispuesto. Y mi cabeza no iba a ser menos.


Día D

16 de julio de 2025. Reuní mis cosas y me preparé para partir. Tenía una cita con la historia. Estábamos citados a las 8 a.m. en la nueva sede de las Fuerzas del Estado en la Castellana. Yo me anticipé y aparqué mi automóvil personal a cien metros del campo de concentración que Correa visitaría aquella mañana. Sabía muy bien lo que debía de hacer.

Me dirigí en un segundo automóvil a la Castellana y me incorporé al dispositivo policial. El despliegue era importante, pero el terror entre el pueblo, que había vuelto a dejar de ser pueblo para convertirse en sociedad, y el ego de un Ernesto Correa que se creía inmortal, hacían muy improbable un acto terrorista contra el gobernador. Yo jugaba con ello, y, sobre todo, con que mi ataque se produciría desde dentro.

La llegada al campo de concentración se produjo sin ningún incidente, y con tranquilidad, el acto comenzó con un discurso sobre el orden, la tranquilidad y la defensa de España que Ernesto Correa garantizaba. Me procuré una posición alejada, para poder huir entre la confusión. Lo que más me sorprendió fue mi pulso, mi tranquilidad. Sabía que era justo. No podía arriesgarme a disparar en el pecho, pues seguramente llevaría chaleco antibalas. Por eso disparé a la cabeza. Como ellos hicieron con mi madre.

El disparo fue limpio. La detonación,  casi melodiosa. El impacto, brutal. Le reventé la tapa de los sesos. Alcancé a Ernesto Correa a la altura de la sien. Le atravesó el cráneo. Entonces huí hacia mi vehículo, que me esperaba impaciente, y presto me di a la fuga. Conduje acelerado, callejeando todo lo que pude. No improvisaba. Conocía perfectamente el recorrido hacia la granja.

Cuando creí que mi huida resultaba airosa, me vi sorprendido por tres coches de policía a mis espaldas. Comenzaron a disparar. No podía defenderme. Intentaba confundir sus disparos con bruscos giros del volante. Pero no pude evitar que una bala alcanzara mi hombro izquierdo. Aun así, resistí el dolor y continué conduciendo.

Pensé en dirigirme hacia algún pueblo cercano y confundirles, pero un nuevo disparo pinchó una rueda trasera. Se acabó. No había escapatoria. Pero había una salida; una muerte digna, que me mantuviera vivo.
Entré atropelladamente en la granja atravesando una pared de madera con el coche y subí a mi habitación. Obstaculicé la puerta mientras escuchaba los pasos que me seguían. “¡Abre la puerta, cerdo traidor!”. Yo me deshice del uniforme y quedé con una camisa blanca teñida de sangre en la manga izquierda. Sangraba demasiado. La sangre no estaba fría. Podría haber intentado enfrentarme a ellos, pues no serían más de diez, pero no sabía si quería seguir viviendo.

Caí exhausto en una esquina, observando las paredes estampadas de fotografías de mi familia en tiempos mejores. ¿Cómo me trataría la historia? ¿Qué dirían de mí los periódicos del día siguiente? Seguramente me tacharían de terrorista. Probablemente lo fuese. De antisistema. Seguro. De loco, enfermo mental. No, eso sí que no lo era. Yo no estoy loco. En ningún momento lo estuve. Siempre tuve una razón.

¿Qué sería de mí en la otra vida? Pudiera ser que no me reencontrara con mi familia, pues ellos descansaban seguro en el cielo. Quizás sí me encontrara con Gabriel en el infierno. ¿Cómo trataría la justicia divina, Dios, mi acto?

-Cabrón, o abres la puerta o la tiramos abajo. Vamos a matarte, escoria.- los perros esperaban ansiosos.

¿Y mi conciencia? ¿Puedo irme tranquilo? No, seguramente no, porque sabía que en el fondo, no había hecho nada. Pese a todo, seguía frustrado. “El mundo seguirá enfermo”, me dije. Los gobiernos seguirán siendo corruptos, y la gente humilde, el pueblo, seguirá sufriendo. No era justo. Ah, la justicia. Esa fulana que se pasea por las esquinas dejando su olor a prostitución. ¿Qué es la justicia, sino la mayor mentira que nos hayan contado? Supongo que la JUSTICIA, con mayúsculas, debe de existir, escondida. Esperando su momento. Como yo lo estuve. Supongo que, de una forma u otra, yo había hecho justicia. De la que se escribe con mayúsculas. Entonces la puerta cayó.

-¡Hijo de puta! ¡Estás muerto!

Les observé divertido. Entraron cinco y otros cuatro asomaban desde fuera. Ya sí que no tenía nada que perder:

-Si no hay justicia para el pueblo, no habrá paz para quienes nos gobiernan.

Apreté el gatillo bajo mi mandíbula.

Posdata

El 18 de junio de 2025 se anunció la muerte de Ernesto Correa, quién fue enterrado como un héroe nacional, al servicio de la patria. Fue asesinado el 16 de junio de2025 durante la inauguración de un Centro de Estabilización Moral, por un tiro en la cabeza. El ejecutor fue Juan Isidoro Castro Ramos. Un secuaz de Al Qaeda en España. Una amenaza contra el régimen.

Sin embargo, lo que a continuación se narra, no aparecerá jamás en los medios de comunicación. Los médicos forenses encargados de realizar la autopsia a Ernesto Correa, encontraron en el interior de la bala que atravesó su cerebro una nota. La nota estaba manchada de sangre coagulada y seca. Y escrita a mano. Era un poema:

“La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.”
“Nanas de la cebolla”, Miguel Hernández.

                                 FIN

viernes, 31 de agosto de 2012

Observatorio de almas.

-¡Eh! ¡Otra a las tres y media!
-Maldita sea... ¡OTRA! A las once.
-Vale, pero te has perdido la más grande de toda la noche.
-La más grande no es siempre la más espectacular. La mía perduró un buen rato.
-Anda, cállate... estoy concentrado.
-Oye, ¿no te ha pasado que le ves algo distinto a una en especial? Sí, espera, déjame hablar. Llega de repente, en un abrir y cerrar de ojos, y parece que se detiene para mirarte a los ojos y... y guiñarte. Sí, te guiña. Te invita. Y la ves ahí, tan cerca, que alzas la mano para acariciarla con los dedos, pero... se esfuma. Se esfuma...
-Obviamente, no hablas de una estrella fugaz, ¿no?
-No, no hablaba de una estrella fugaz...


Paz!

viernes, 24 de agosto de 2012

Antifaz.

Tocaré en tu puerta para anunciarte que el sol ha nacido en este nuevo día. Serán dos toques. Uno leve, otro intenso. Un segundo entre cada uno. No hay prisa. Abrirás la puerta intentado abrir los ojos así como disimulando un bostezo. Contemplarás mi figura y me temerás. No encontrarás una sonrisa en mi cara, sólo el marco de quién hace su deber. Te ofreceré mi mano, y tú la cogerás.

 Para ti no dejaré de ser un desconocido en todo el día. Tampoco en la noche. Caminaremos sobre el agua de los ríos más salvajes. Peinaremos las cimas de las montañas más altas, haciendo de éstas templos para el invoque de Inspiración. Caminaremos sin mirar al vacío por los precipicios más peligrosos, haciendo de la vida un juego que no vale más que una partida de dominó en un bar de jubilados.

 Te lo daré todo. Pero tu querrás más.Nos tenderemos en la arena durante los últimos susurros de la noche, observando la Luna y jugando a atraparla con los dedos, mas acariciando aire y descubriendo que es algo más que simple aire. Me mirarás a los ojos, jugando a escrutar mi rostro serio. "Hazme el amor", dibujaron tus labios. "Hazme el amor", suplicaron tus ojos. "Deséame", sollozó tu alma.

 Mas los primeros destellos de luz nos sorprendieron. Volví a dejarte en tu casa. No volverán esos dos toques en la puerta. No volverás a ver tendida mi mano. No volverás a verme. Pero jamás me olvidarás.

Paz!

jueves, 23 de agosto de 2012

Bóvedas de piedra.

 Somos dos locos que saltan de piedra en piedra pa cruzar el río y no siguen el camino, nuestro destino es ir contracorriente y no desvarío, si te digo, que nuestra soledad es compañera y que la muerte no nos espera pues es pasado. ¿Tú soltero? Yo casado, y feliz, pues el estilo es la única esposa que no me meterá el dedo en la nariz. Al fin, llegamos, a la caverna, allí donde el tiempo no existe y la vida es eterna!

 ¿Y quién va a seguir nuestro ritmo? Destrozo tu calculadora de raíces y logaritmos. Yo sólo creo en naturaleza, y en mi cabeza, donde las cosas dan la vuelta y el político muere en la celda. Quién hace la ley hace la trampa y... la justicia es una puta, aquí el ladrón es honesto comparado con el que juzga. Una luz azul alumbra mis pasos, iluminando ese túnel que desafío descalzo. Un claxon me avisa de lo frágil que soy aunque me crea inmortal en este folio, que al final todos seremos ceniza y que al amor se impone el odio, mas yo soy el ave fénix que alcanza el cénit tras su fin...

 Ahora soy cenizas deja que llegue el fuego...
 Ahora soy cenizas deja que llegue el fuego...

lunes, 20 de agosto de 2012

No importa ya.


No importa ya, lo que pase ahí fuera
No importa ya, lo que pase ahí fuera
No importa ya, lo que pase ahí fuera
Yo estaré en mi cuaderno.

Los cimientos de lo que creías tu destino caen y te ves perdido, sediento, de ilusiones que endulcen el tedio que para ti significa seguir viviendo. El mejor remedio en serio no es la droga, que es una soga que al final te ahoga. En la cuerda floja la escritura fue mi salvavidas, el escritorio el mejor refugio, ese día el alma que dentro anida rugió. Sólo te recomiendo, libertad para la pluma que vuela sin censura allí donde el tiempo se esfuma y la educación más que adiestramiento es cultura.

Sin duda alguna vida no hay más que una, por ello disfrútala sin pensar en el mañana que al fin y al cabo es algo incierto, la velada con mi destino será en mar abierto sin saber nadar más nada me detendrá en mi cruzada, soportaré la helada pues mi gozo yace en un pozo y se llama cuaderno. Ahora te toca a ti pensar en qué malgastar tu tiempo.

No importa ya, lo que pase ahí fuera
No importa ya, lo que pase ahí fuera
No importa ya, lo que pase ahí fuera
Yo estaré en mi cuaderno.

No me importa nada, nada, lo que pase ahí fuera. La vida es una mentira, y yo trato de encontrar mi propia realidad en mi cabeza, plasmando con tinta lo que a mi parecer, es magia…

Paz!

lunes, 13 de agosto de 2012

Gris.

 Me desperté. Sería importante indicar a qué hora, pero desde que me decidí a vivir sin reloj para ser inmune al tiempo, no tengo esa referencia. Primero abrí un ojo. Después, el otro. Me estiré sin ganas mientras hacía el intento de recordar la noche anterior. Nada, imposible. Deduje que Javier, aquel amable señor encargado de recoger la basura, me acompañaría a mi piso como cada madrugada del jueves.

 Me apliqué un poco de agua del grifo sobre el cuerpo y me ajusté na camisa que yacía arrugada al pie del armario, donde se guardan las cosas que no tienen vida. Bajé las escaleras, comidas de roña, y salí a la calle. Tras avanzar unos metros, giré a la derecha y, tras introducirme en un portal y bajar unas escaleras, llegué a la taberna.

 Poco importa su nombre, pues jamás la encontraréis. Sólo os diré que el jueves era mi domingo, y aquel antro, mi iglesia, donde acudía a redimirme, resucitar y volver a sentirme bien conmigo mismo. Entré al cuartito situado a la izquierda del letrero y me desnudé por completo. Tras ello, busqué la barra.

 Allí acudíamos desnudos, y no reíamos por ver una polla más grande o más pequeña o un trasero más o menos peludo. Allí mirábamos a los ojos. Una vez en la barra me atendió Jessica. "¿Lo de siempre, don Vicente?". "Lo de siempre, Jessie. Dos hielos". Hermosa en toda ella, fogosa en cabello, ojos y labios, siempre que tras varios pares de copas terminaba acostándome con ella, me sorprendía su instinto felino. Te miraba a los ojos antes, después y mientras jugaba contigo. Te besa, te lame y después te muerde. Tras el orgasmo encendía un cigarro y se marchaba elegante, sinuosa, y sin mediar palabra.

 Tras retirar lo que era mío, me volví hacia la esquina donde se encontraba aquella silla coja, carcomida, de amenazantes astillas y, para colmo, fea. Aquella era mi silla. Y alrededor de ellos, mis dos amigos Jean-Pierre y Dominique. Sonreí en la distancia y me senté con ellos. Los tres nos considerábamos artistas, pues vivíamos de nuestro arte sin más oficio que ese. Vivíamos de la escritura, pero Dominique prefería la pintura, de hecho, suyos eran los feos cuadros abstractos que adornaban la taberna. Vivíamos de nuestro arte, aunque malviviéramos. Comenzamos a hablar del ser humano. De todas las personas que sobraban. Tan vulgares. Hablamos de todo lo malo que había hecho. Discutimos cómo podíamos odiarlo tanto y amarlo pese a todo, sin que lo primero imposibilitara lo segundo. Cuando me vi hablando con cuatro personas, llamé a Jessie. 




martes, 7 de agosto de 2012

Contracorriente.

Eché la llave y comencé a andar. Harto de estar encerrado en casa, comprendiendo que Inspiración había salido a tomar una copa, huí a respirar el aire nuevo. No iba arreglado, ni siquiera peinado, pero claro, llevaba años sin hacerlo. La barba de tres días, o cuatro, no sé, quizás cinco. Mi única compañera, mi mochila, herida de gravedad por las trincheras que ha atravesado a mi espalda. En su interior, mis tres compadres, los únicos sin los que, he de reconocerlo, no podría continuar escalando. Libreta, estilo, libro.

El sol apagaba la luz de su mesita de noche cuando arribé al pueblecito más cercano. A la entrada, una humilde parada de autobús atestada de gente. Unos mayores, otros más jóvenes, pero la mayoría, de mi edad. Yo llegaba, ellos marchaban. Todos muy elegantes, por cierto, pese a que el frigorífico de muchos de ellos esté falto. Hoy era noche de fiesta. Noche de lujuria, pasión, ostentación, exceso, y por último, goce.

Pasé de largo y continué mi camino sin destino. Decidí reposar en una colina desde la cual podía divisar el pueblo desde arriba. Silenciosos, los ancianos descansaban, los adultos deambulaban, los jóvenes huían. Saqué la libreta y con el estilo de mi mano, comencé a escribir el paisaje.

Mis párpados se abrieron con los primeros destellos de luz. Tomé el camino de vuelta y durante la misma, me tropecé con aquellos jóvenes que huyeron del lugar donde yo había encontrado la paz. ¡Vaya caras! Las cremas de ellas reflejaban haber llorado durante la noche, los rostros de ellos mostraban otros productos de belleza que obviamente no les eran propios. Las medias rasgadas de ellas reflejaban la adrenalina del sexo; las camisas arrugadas de ellos, el trabajo bien hecho. Los tumbos del pelirrojo, el que sabe que ha hecho algo mal. El rostro serio del inmaculado, el que no hizo los deberes. Las risas divertidas de ellas reaccionaban ante lo que su amiga se había tragado. Una noche de historias, sin duda.

¿Pero quién dice que esas historias fueran mejores que la mía? La noche fue mágica, mereció la pena, si yo tenía una gran historia, o en su defecto, un par de frases buenas...

Paz!

viernes, 27 de julio de 2012

18.


 Hoy es mi cumpleaños.  Hoy es el día en que todo el mundo te quiere un poco más de lo normal. Los que nunca pensaron en ti, hoy descubren su amor por ti. Los que te odian, o te siguen odiando o camuflan ese odio, pero no te dicen que te odian. Hoy es el día de las interminables llamadas de teléfono. Todas tan secas, tan rutinarias, tan iguales, tan oficiales… Nunca me gustaron mis días de cumpleaños. Esos días en los que pareces iluminado por algún foco extraño que te hace protagonista, en los que todo el mundo espera que hagas algo espectacular, algo deslumbrante, algo inolvidable. ¿Y por qué? Porque es el día de tu cumpleaños. Para mí todos los días son especiales. Todos los días hay algún motivo para sonreír más que el día anterior, pero menos que el siguiente. Y no por ser hoy el día de mi cumpleaños, mañana va a dejar de ser un día único.

 Pero hoy no es un cumpleaños cualquiera. Cumplo dieciocho años. Eso implica un cambio en mi vida irremediable e imposible es el volver atrás. Me convierto en un adulto, y debo ser yo mismo el que responda por mis actos. Es hora de ser responsable. Aunque, por otro lado, ¿es una ley la que te dice cuándo eres adulto? Es decir, ¿a partir de ahora soy más hombre? No.

 Si hoy según la ley me convierto en mayor de edad, es gracias a mi familia. Gracias a los que me han inculcado los mejores valores que conocen para convertirme en el día de mañana en una persona de provecho, en una persona íntegra. En una buena persona. Gracias a mi padre, que me enseñó que la honestidad en el trabajo era lo más importante. Que quién engaña, tarde o temprano, lo paga. Gracias a él también por enseñarme que el mundo sin la risa no suena tan bien, y que siempre es momento para sonreír. Papá, te quiero. Gracias a mi madre, que me enseñó a sacrificarme por mi familia, por aquellos que siempre están ahí. Me enseñó a entregar un amor incondicional, que tarde o temprano, será devuelto. Mamá, te quiero. Gracias a mi hermano Víctor, por permitirme el mirarle a los ojos y ver reflejado todo lo que yo fui un día, los errores que cometí y las pequeñas cosas que tanto disfrutaba y sigo disfrutando. Hermano, te quiero.

 No me olvido del resto de mi familia, de los que tan orgulloso me siento, y con los que siempre me agrada estar. Junto a ellos, también os agradezco a vosotros, mis amigos, algunos que me estáis leyendo algo menos que eso y otros, mucho más, casi miembros de la familia. Gracias por ayudarme a ser como soy. Gracias a la naturaleza, por mostrarme una vía de escape cada vez que necesito respirar. Gracias al arte, a la música, a la escritura, por enseñarme que otra forma de ver la vida es posible.

 Gracias a todos vosotros, hoy me siento muy orgulloso de ser quién soy. De ser cómo soy. De pensar como pienso. De sentir como siento.

 Hoy es un día especial, y por ello voy a celebrar mi dieciocho cumpleaños de una forma original en estos tiempos; con mi familia. Con los que siempre están ahí. Los que me dicen que me quieren todo el año, no sólo el día de mi cumpleaños. Este día es para ellos.

Paz!

domingo, 22 de julio de 2012

Huida.


 Abrí la puerta del piso derramando lágrimas sobre la llave. Una vez más. Otra de tantas. ¿Cómo esquivar tantos puñetazos? Era abrir la puerta, la maldita puerta… y empezaba todo. Un torbellino de tormentos, sufrimientos y llantos, suicidios en el vecindario, embarazadas desesperadas porque traen al mundo una desgracia y no una luz…

 Me daña. Me daña la luz del sol, la luz de las farolas. Luz de luciérnagas, luz de cigarrillos… Salir a la calle me resulta un martirio. Un sacrificio que no estoy dispuesto a realizar. No pienso sangrar por lo que veo ahí fuera, por ese mundo artificial falto de colores.

 Por tanto vuelvo a mi piso. Por tanto vuelvo a mi cuarto. A mi cuarto de paredes vacías de muebles, pero llenas de sentimientos, de pensamientos, de colores. En mi cuarto no hay ventanas; yo dibujo mis vistas. Cierro los ojos y me evado. Muchos dicen que es peligrosa, que es adictiva, que te desposee de ti mismo y te hace actuar como una persona que realmente, no eres tú. Pero yo siempre esquivé sus acusaciones, sus dedos que me señalan amenazantes. Me abandono a ella y echo a volar sin alas. Actividad frenética seguida de un tembleque extraño. La paz.

 Sin ella no soy nada, sólo polvo sin amor. Llámala imaginación, poesía, escritura o arte. Yo la llamo demencia, ya que de tener algo de cordura, dejaría de ser libre.


 Paz!

lunes, 16 de julio de 2012

Caos.

 Acabo con literatura de nube de azúcar y bajo al barro. La situación económica, social y de valores de España empieza a tocar fondo. ¿Alguien en pleno ejercicio de su juicio cree que Rajoy imagina alguna solución? ¿Alguien cree que va a conseguir algo distinto a asentarnos en la miseria en que la política del PSOE nos introdujo, y gracias a la cual la izquierda en nuestro país está totalmente desvirtuada? Repito, ¿alguien cree que esto tiene alguna solución posible?

 El sistema económico ha conseguido lo que buscaba: enriquecerse y provocar el hambre en los ciudadanos. Acabar con la clase media. Aún no sabemos lo que es inmolarse por no tener pan, pero porque no miramos a Grecia. Aunque tranquilos, en poco lo tendremos aquí. ¿Tiene remedio esta enfermedad que es el envenenado capitalismo? Parece que no, y si la hay, a lo mejor no conviene que se encuentre. Por eso la única solución a esta crisis es la alternativa, no la reformulación del mismo modelo. Y la alternativa no es socialismo. Se necesitan ideas nuevas.

 Siempre creí, y sigo creyendo, en la fuerza de la palabra para convencer e imponer ideas. Por ello defendí (y defiendo) la democracia. Pero esto no es una democracia, no se escucha al ciudadano. La democracia nace en Grecia, y esto no es una democracia. Por ello hoy apelo a la destrucción de esta democracia. Un día creí en la vía pacífica, pero me temo que llegará el momento en que solo quede la insurrección. Y ese día habremos de brindar. Se necesita fuego.

 Hoy apelo al caos. Porque si este sistema, ideado por "cuerdos", nos ha llevado a la crisis de valores actual, necesitamos un sistema de "locos". Y es que, como el Joker dice, "el caos es justo". Dicen que la energía ni se crea ni se destruye, pero muchos pensadores afirmaron que para que exista el COSMOS, tiene que haber antes un CAOS. Hoy debemos volver a ese caos, y crear un nuevo orden. Necesitamos derribar los cimientos de este sistema. Despierta. Cuestiona. Desafía. Porque para que haya evolución, tiene que haber revolución. Para que haya nacimiento, tiene que haber muerte. Para que haya creación, tiene que haber destrucción. Para que haya cosmos, tiene que haber caos.


Paz!

miércoles, 11 de julio de 2012

Sirenas V.

 Seguí navegando. ¿Qué iba a hacer? ¿Volver? No. Las gaviotas continuaron tentándome. Llegué a rozarlas pero no, no caí en su juego. Creí divisar más colibríes, pero no, eran simples aves pequeñas. Comencé a escribir, y con ello, a reflexionar. Así, extraje mis propias conclusiones.

 El amor es engañoso. El amor es un mar y un cielo inmenso. Sin embargo, todo es una ilusión. Una ilusión que protege el amor puro, el amor verdadero, el cofre del tesoro que descansa en el fondo. Aquel que te hace volar. Aquel que te hace perder la noción del tiempo. Aquel que te hace llorar entre risas y reír entre lágrimas. Ese amor es el que vale. Porque para volar con el alma, las alas no son necesarias.

 Puedes llegar a pensar que no, pero a todos nos espera una sirena. Pero ten cuidado, porque puedes confundirte. Eso sí, cuando la hayas encontrado, lo sabrás. Yo sigo buscando mi sirena. Por eso continúo surcando los mares. Esto lo viví yo en primera persona. Yo, que no sabía nadar, mucho menos, navegar.



                                                            FIN


SIRENAS.

domingo, 8 de julio de 2012

Sirenas IV.

 Tras mi desencuentro con la gaviota, no me quedó otra que continuar mi loca aventura, la cual había empezado a convertirse en una búsqueda impaciente. A los pocos días mi alivio aumentó al volver a ser invitado y tentado por otras gaviotas. No volví a caer en su juego, y concluí que no podían ser ángeles por ninguna de las maneras, ya que éstos debían no ser tan numerosos y, sobre todo, no tan fáciles de encontrar.

 Me sumergí en una inusitada comodidad, tan solitario como estaba aunque en aparente armonía con mi universo, en mi vieja barca. Surcaba el mar y me imponía a las olas. Yo, que no sabía nadar, mucho menos, navegar. Me encontraba eufórico. Exultante. Mi ego, insultante. Creí enamorarme de mí mismo. Sin embargo, cuando mejor me sentía, todo cambió.

 Creo que empezó cuando un zumbido permanente se instaló en mi tímpano. Me giraba y buscaba. Me giraba y buscaba. Pero no encontraba el origen de aquel extraño zumbido. Desconocía de dónde había llegado, dónde estaba y dónde terminaría. Creo que ahí fue cuando perdí la cordura.

 Pasé varios días inmerso en una espesa niebla que cegaba ya no mi vista sino mi razón. Por supuesto, el zumbido persistía en mi tímpano. Hasta que lo encontré- Al principio no estaba seguro de que fuera aquel pequeño ser el que producía aquel zumbido, pero el hecho de que se apoyara en la proa de mi vieja barca, disipó mis dudas.

 Me daba la espalda. Parecía ignorarme. Me estaba volviendo loco, y decidí ir a por él. Pero antes de que pudiera dar el primer paso, echó a volar como una centella. Era un colibrí. Pensé haberlo perdido, pero regresó. Aprecié su hermosura. Su belleza era auténtica. Y no sólo por su colorido plumaje, ni por su largo pico, sino por su interior. Nunca había entrado en contacto con el alma de un ave, pero sabía que existía; me lo decían sus ojos. Porque sus ojos me miraban de verdad. Comencé a llamarlo, y lejos de asustarse, acudió. Se posó en mi mano. Más tarde, en mi hombro. Me sentí afortunado.

 Seguía rodeado de niebla, pero me sentía seguro con aquel agradable colibrí. Era dulce sin dejar de ser divertido. Delicado sin dejar de ser activo. Decidí extraer mi dibujo. Sin duda, aquel ave no era una sirena, pero, ¿quién decía que el amor no pudiera adoptar aquellas formas?

 Me convencí de que al fin la había encontrado. Era hora de regresar. ¿Si no era aquel ave la sirena que buscaba, quién iba a serlo? Le entregué mi amor. Y en ese momento, desapareció. ¿Para siempre? Yo me quedé solo. Buscándolo. Yo, que no sabía nadar, mucho menos, navegar.

viernes, 6 de julio de 2012

Sirenas. III.

 Comprendí que mi aventura era demasiado excitante como para abandonar por el hambre, y por ello aprendí a dosificar mis provisiones haciendo disminuir mis necesidades. Sólo haciendo de mi necesidad insatisfecha, de mi sed y de mi hambre, algo metafísico, pude seguir avanzando.

 Tuve que esperar varios días y varias noches para recibir a mi segunda visita. Paciente, yo observaba el cielo deleitándome con su amplitud. Entonces la vi. Fue fugaz como una estrella. Se fundió con el sol, y me pareció verla besar uno de sus destellos. Seguí con la mirada su vuelo, pero me pregunté: ¿acaso vuelan las sirenas? Abría sus alas, tomaba impulso, y volvía a caer. Pensé que quizás pudiese ser un ángel. Mas no, yo buscaba sirenas.

 De repente, aquel extraño ser bajó del cielo y se posó en la barca. Era una gaviota. Nuestras miradas se cruzaron,  y vi un destello. El ave poseía algo que me atraía profundamente. Realmente, me pareció bello. Podría afirmar que permanecimos horas y horas observándonos, eso sí, a una distancia prudencial. Pero me resulta imposible llevar a cabo dicha afirmación con total certeza, y es que perdí la noción del tiempo. Por un momento, pensé que aquella gaviota era la razón de mi descabellada aventura. Pensé que con ella a mi lado, ya lo había visto todo. Vimos al sol nacer, y también morir. Supo abrir la puerta de mi imaginación, sin duda, pero no la de mis sentimientos más profundos, más íntimos, más reales.

 Un día, el ave alzó el vuelo y marchó lejos. No miró atrás. Pese a mis dudas, he de decir que lamenté profundamente su marcha. ¡Y mira que me advirtió! Llegué a pensar que a lo mejor había perdido a la sirena, o ángel, que daría sentido a mi  vida.

 Entonces recordé. ¡Mi dibujo! Enterrado bajo un montón de cosas inútiles, encontré el dibujo de lo que yo, que no sabía nadar, mucho menos navegar, entendía por amor. Suspiré aliviado al comprobar que, en efecto, la gaviota pudo ser un ángel, pero no una sirena. Y yo buscaba sirenas.

martes, 26 de junio de 2012

Sirenas. II.

La orilla seguía estando cerca. Aun estaba a tiempo de dar marcha atrás en mi loca aventura. Aun podía dirigir la vieja barca hacia tierra firme. Pero la mar dormía tranquila. Y digo dormía, porque podía armonizar mi respiración con la suya, pero apenas podía escuchar los latidos de su corazón. A pesar de ello, presuponía la existencia del mismo, así como podía sentir fijas en mí y en mi vieja barca las miradas punzantes de los ojos que ven sin ser vistos. Por eso yo, que no sabía nadar, mucho menos, navegar, jamás miré atrás. Y eso que la orilla seguía próxima.

 Así, comencé a avanzar. Yo, acompañado por mi vieja barca y una hoja arrancada de mi cuaderno en la que dibujé lo que entendía por amor, y armado con mi curiosidad y lo que imaginaba valor. Al caer la primera noche comprendí que no era valor, sino la demencia fruto de la falta de inteligencia. Necesitaría al menos un par de mantas si quería sobrevivir al frío y a la humedad del mar. Comprendí que mis provisiones resultarían insuficientes aunque decidiera retornar de inmediato. Aun así, logré dormir.

 Cuando abrí los ojos me vi sorprendido por una visita. Merodeando la vieja barca encontré un pez de algo más de dos palmas de longitud que no conseguí clasificar. Permanecí un no breve espacio de tiempo observándolo. Me pareció interesante, aunque no hermoso. Busqué mi boceto de lo que yo entendía por amor, y lo observé. Observé al pez. No vi similitud alguna, y perdí el interés por aquella primera visita. Cuando quise despedirme, él ya se había marchado.

martes, 12 de junio de 2012

Sirenas. I

 Yo siempre fui inquieto. Aunque también tranquilo. Nadie me enseñó a nadar. Mucho menos a navegar. Pero desde que era muy pequeño, siempre soñé con besar a una sirena.

 Quería escapar de mi mundo, y me pareció que el encontrar a una sirena adecuada para mí, me haría volver a nacer. Cómo no, yo, que no sabía nadar, mucho menos navegar, pensé que sería el amor, ése amor del que hablaban mis padres, mis amigos, y por supuesto, mis libros, el que me llevaría a encontrar mi sirena.

 Por eso, aquel señalado día, una hoja arrancada de mi cuaderno en la que dibujé con témperas lo que yo, que no sabía nadar, mucho menos navegar, entendía por amor.

 Decidí acercarme a la orilla del mar más cercana, y a la vez, más alejada de mi mundo, de mi país, de sus problemas y, sobre todo, de aquello que ahora asustaba a todo el mundo: las consecuencias de los problemas. Allí en la orilla encontré esa barquilla que cada tarde moría del aburrimiento, pero que cada tarde yo soñaba conquistar. Agarré la barquilla y sin ni siquiera limpiarle el polvo ni la mierda, la eché al mar. Yo, que no sabía nadar, mucho menos, navegar.

...

domingo, 3 de junio de 2012

Cuando una estrella fugaz te atrapa.

 Como nunca supe cómo ni cuándo llegaste, aún no sé qué habitación será la tuya. Lo que sí sé, es que quiero que esté cerca de la mía. Porque siendo egoísta, te quiero para mí.

 Siendo egoísta pero respetándote, porque lejos de ser un capricho, te reconozco como lo más especial que ha pasado por mi vida. Soy esclavo de esa inocencia que me deja hechizado. Amando la improvisación y maldiciendo lo imprevisto de mis sentimientos por ti. Porque te necesito más de lo que tú me necesitas a mí.

 Sólo sé que quiero respirar tu mismo aire, unidos siempre por el cariño y no por el amor que sólo parece hoy día, ya que tu aire me hace feliz y no sólo eso, sino que también me da la vida. Porque sólo si es así te deseo libre, y si no, te castigo a las cadenas de mi mala cabeza.

 Cuánto más dulce es tu tacto, más fuerte me siento, y menos dependencia ejerces sobre mí. Tan sólo cuando debo imaginarte más se aviva la llama de mi corazón y se derrite la ya de por sí frágil coraza de hielo que lo cubre.

 Quizás no seas real. Quizás aún no haya sabido entenderte. Sólo son sensaciones.


Paz!

viernes, 1 de junio de 2012

Soul.

Podría empezar una nueva página de este blog despotricando contra este mundo enfermo, en el que los periódicos, los telediarios, no abren ya ni siquiera con buenas noticias, sino que ya no abren ni con personas. ¡Abren con números! ¡Abren con la Bolsa de los cojones! ¡Que si la prima, no de mi vecino, sino de riesgo! ¡Que si el Ibex-35! ¡BANKIA! ¡Pero bueno, si a los números los creamos las personas! ¡Podríamos hacerlos desaparecer, entonces! ¿Desde cuándo son ellos más importantes que las personas, sus creadores? Realmente es vomitivo.

Pero como se que todos sabéis ya como pienso, y yo tengo mis ideas bastante claras, le doy la vuelta a esto. Hoy no vengo a hablaros de toda esa mierda. No consiguen contaminarme. Hoy vengo a hablar de un concepto que he ido desarrollando en mí poco a poco, y que se ha implantado (espero) para siempre. Como dice un gran artista, Elphomega, "YO CREO EN EL SOUL". Porque aunque poca gente se de cuenta, dentro de cada ser humano habita algo que se llama "ALMA". Incluso el más lelo posee una dentro. Aunque podamos pensar que algunas personas no deben tenerla. La tienen.

Sin embargo, hay que saber mantenerla pura. ¡Y qué pocos saben hacerlo! ¡Y qué difícil es encontrarlos! Quizás porque saben mantenerla pura deciden esconderse. ¡Y qué difícil es saber mantener a esa persona a tu lado cuando la encuentras! Cualquier atisbo de contaminación, provoca que se esfume. Y cuánto más crees tener su mano entre las tuyas, desaparece.

Hoy me planteo algo importante en mi vida. Conozco personas de mi círculo íntimo que me importan, pero no tienen un alma pura. ¿Debo centrarme en las almas puras? ¿O dar cancha al que no comprende el poder de la misma? Podría quedarme solo si obedezco este pensamiento. Pero quizás merecería la pena... ¿no?


Paz!

martes, 29 de mayo de 2012

Cielo y abismo.

Ya estoy aquí, al borde del abismo.
Es de coraje que uno mismo elija venir.
Pero ahora, ¿tendré el valor suficiente de arrojarme al vacío?

Muchos años, muchos mese, muchos días, son ya pasado y nada ha cambiado, por tanto hoy acudo aquí, al único lugar donde muerte y vida se dan la mano cerrando el pacto donde se acuerda si estás vivo o estás muerto. Aquí no hay excusas, pues al borde del precipicio, ¿de qué valen? Sólo tienes tiempo de demostrar quién eres, qué fuiste y qué puedes ser.

Me planteo, si todo lo que hago tiene un fin, si sirve de algo, o si por el contrario nada hago y pierdo el tiempo. Me planteo si de verdad soy un tipo honesto, pues sacrifico mi presente, mi tiempo con la familia, por un futuro justo sin miedo ni envidia. La vida es un trivial que te engaña y pone el cartel de entrada donde está la salida. ¿Qué imaginas? ¿De verdad crees que las cosas son como las ves? No tienes más que mirar alrededor con un ojo crítico y observar la mentira que reina en oficinas con mucho papel y poco sentimiento, donde se firma y los valores quedan dentro. Donde no se escucha el llanto de los niños sino los silbidos de dólares y euros, y aunque moriré sin saber si esto antes era un cielo, hoy sé que Don Dinero mueve más montañas que Cupido. Bien sabes que he escupido tras soltar esto. Desentierro mi puñal y lucho a corazón abierto por el final de esta pesadilla que te pone de rodillas sin dignidad y tragando saliva.

"Pero este es el mundo que el ser humano ha creado con sus manos, unos por creerse Dios y otros por renunciar a su condición de hombres por él. De lo que pasa, nada fue por azar. Ni el azahar calmará la gama de furia que cada vez más fluirá en mi interior. Un volcán en erupción y no seré yo quién lo pare, cuando llegue el momento el alma que descansa dentro hará que el pecho estalle. En ese momento se verá si el cemento es capaz de parar los pies de quién no calle."

Pero sigo acorralado, ahogado. Cada vez menos oxígeno, más presión en mi tímpano y mi hígado entre el precipicio y la pared. Miedo quiere volar mi decisión, pero no me intimida. Sigilosa, Angustia rodea mi gaznate cual serpiente, pero no me domina. La decisión de venir la tomé yo y seré yo quién decida cómo saldré. De momento, falsos espejismos se derritieron como hielo, mientras que la niebla de la mentira va dando paso a lo cierto. El cielo cada vez más abierto, y el horizonte, ya no tan lejos. Ya no me arrepiento. El abismo me mira oscuro, pero más oscuro sé que será el futuro si me atemorizo. Mi vello se erizó, pero estoy tranquilo. Se que mi destino valdrá la pena. Que la guerra de la conciencia provocará heridas, pero sangre apenas. Que mi lápiz y mi voz causarán fervor en el enjambre. Que la vida es un alambre, pero yo, un trapecista. Que un liricista podrá pasar hambre, pero morirá tranquilo asegurando que no se achantó. Que seguirá fiel a su libreta, aunque otros agarren el Kalashnikov.

"Pero este es el mundo que el ser humano ha creado con sus manos, unos por creerse Dios y otros por renunciar a su condición de hombres por él. De lo que pasa, nada fue por azar. Ni el azahar calmará la gama de furia que cada vez más fluirá en mi interior. Un volcán en erupción y no seré yo quién lo pare, cuando llegue el momento el alma que descansa dentro hará que el pecho estalle. En ese momento se verá si el cemento es capaz de parar los pies de quién no calle."

Ahora no me preocupa el precipicio, sólo el giro que mi vida aceptó...



Paz!