viernes, 15 de noviembre de 2013

Agua de colores (9 años)

Soraya era una niña de once años que vivía en Guinea Ecuatorial, pero por culpa de la pobreza su familia tomó la decisión de marcharse en busca de un mejor futuro y una vida mejor.

Después de mucho viajar encontraron un pueblo de Andalucía en el que se quedaron a vivir. A su padre le costó mucho encontrar trabajo, pero lo encontró: un trabajo de pescador.

Soraya entró en un colegio llamado “Gran Fraternidad”. Allí las cosas no le fueron muy bien: ella se presentó a su maestra, Lupita Gómez, pero durante las clases nadie le dirigió la palabra. Aunque lo peor ocurrió en el recreo, cuando todos los niños y niñas se burlaron de ella; todos menos uno, llamado Federico, que había tenido la misma suerte que Soraya.

Federico era un niño muy tímido y también uno de los alumnos más apreciados de la profesora por su gran amabilidad. Federico sentía un gran interés por conocer a Soraya, pero no se atrevía a presentarse. Los niños descubrieron su secreto y lo llevaron hasta Soraya. Una vez frente a frente, Federico se puso colorado sin saber qué hacer, pero entonces Soraya empezó a hablarle y también él habló. Así pasaron días y días hasta que su amistad se hizo natural: siempre iban cogidos de la mano y continuamente charlaban. Poco a poco, los demás trataban a Federico como a un extraño más. Federico perdió muchas amistades, pero la que había encontrado ahora era mucho mejor: había encontrado a Soraya.

Un día en que los niños amenazaban a Federico e intentaban pegarle, Soraya, que paseaba a su nuevo perro, se acercó a ellos para ahuyentarlos. Los niños huyeron y Soraya pudo así ayudar a Federico. El perro de Soraya era enorme, parecía un lobo y, de hecho, se llamaba Lobi; sin embargo era un perro muy juguetón y apenas se enfadaba, al contrario, le encantaba que le hicieran cosquillas en la barriga.

Un día la niña se puso enferma y no pudo ir a las clases. Su madre fue a hablar con la profesora, pero encontró a Federico y él se lo comentó a la profesora. Enseguida se ofreció a ayudar a su amiga. Por la tarde iría a casa de Soraya.

Soraya estaba muy enferma. Su madre sabía cómo curarla, pero no tenía el remedio curativo. Federico preguntó si podía hacer algo. Entonces la madre le explicó que en aquel monte existí un antídoto, pero era muy difícil conseguirlo: primero tendría que llover y cuando apareciera el arco iris habría que conseguir agua bañada en sus siete colores.

Federico fue al monte a buscar aquella extraña medicina porque tenía la fe de poder ayudar a su amiga. Para llegar tuvo que vencer muchas dificultades. De pronto se puso a llover, apenas se veía el camino, Federico resbaló y cayó al barro. De repente..., no podía creer que le estuvieran ayudando…, ¡eran sus amigos! Lo ayudaron a levantarse y a continuar la búsqueda juntos.

Siguieron avanzando hasta la cima de aquella montaña. Allí apareció el arco iris, ¡no había parado de llover! En aquel momento se abrió una puerta en el arco iris: en su interior había un mundo de fantasía en el que se adentraron, todo tenía nos colores muy intensos allí. A lo lejos apareció una figura acercándose: era el mismo rey Iris, el que tanto salía en los cuentos. Y fue el propio rey quien le entregó el antídoto a Federico: el antídoto que sanaría a su amiga.

Salieron del arco iris y fueron a casa de Soraya. Ella estaba cada vez peor, casi no podía respirar. Federico le dio el bebedizo. Pasaron cinco segundos… Pasado ese tiempo Soraya abrió los ojos. ¡Soraya sanó! ¡Y qué contenta se puso al ver que tenía a tantos amigos cerca!


A partir de ahí, todo fue normal para Soraya, todos la trataban como a cualquier otra niña, pero Federico siempre la apreciará entre todas las demás.