¿Qué decir?, si fuiste princesa en vigilia, manzana
prohibida, colibrí que vuela libre, sensación jamás conocida. Siempre un
misterio, frenesí cohibido, razón sin sentido, corazón que late al son de
despertar soñando contigo.
¿Qué hacer?, ante la tentación de paladear las nubes rozando
el cielo. Palabras que son palabras, y el amor, como todo, en realidad, sólo
entiende de hechos. Hechos que quedan en lamentos y anhelos. Curiosidad y el
querer ver más allá. Más allá del muro de la amistad eterna que defendemos.
¿Qué sentir?, cuando mi labio acaricie el tuyo. Cuando el
aire que separa tu boca y la mía quede atrapado en una cárcel de amor. Al abrigar
tus dedos y recorrer tu espalda con mi alma. Al darte todo lo que siempre soñé
con darte, y recibir una pequeña parte de lo que sé que puedes darme.
¿Qué cambiará?, cuando llegue el momento. Y sí, cuando
llegue el momento, porque sabemos que aún no es la hora, que las manecillas aún
se persiguen la una a la otra, en una carrera por el firmamento que amenaza con
tener fin. Fuiste, eres y serás mi vela, la que ahuyentó la oscuridad de mi
propia cabeza y posteriormente dio color a días grises y lentos, tristes. Yo
seguiré protegiendo con mi vida esa llama, para que ninguna ráfaga de viento,
ni el azar siquiera, consiga apagarla.
¿Qué soñaré?, porque puede que no sueñe nada. O que mis
sueños sean prolongaciones de mis días. O que sueñe con los ojos abiertos. Mi
corazón fantasea con dos almas cogidas de la mano, una más oscura, más profunda
y más consciente, la otra más pura, y más inocente.
Sólo sé que lo que venga vendrá con un lazo. Que cogeré tu
mano y tatuaré con la tinta más sincera un “siempre” en torno a tu muñeca. Y
entonces… y entonces volaremos juntos.