jueves, 8 de marzo de 2012

Imaginemos una realidad paralela.

 Vamos a jugar a un juego. Juguemos a imaginar. A imaginar que somos los prisioneros de Platón en su "Mito de la Caverna". Imaginemos, que lo que vemos no es verdad. Que todo está oscuro. Nuestros sentidos, nuestros ojos, nuestro tacto, son cómplices induciéndonos a la mentira, al engaño. Nada de lo que creemos ver es real.

 Los medios de comunicación juegan un rol importante en este juego. Ellos son los intermediarios entre el pueblo cautivo y el poder esclavizador. Imaginemos que el Gobierno que nos muestran, aquel que supuestamente nos gobierna, no son más que marionetas de un monstruo mucho más fuerte que se esconde tras el telón del teatro de nuestra realidad. Todo es un teatro. Imaginemos, que las feroces luchas entre Gobierno y oposición no son más que papanatas planificadas. Imaginemos que el descontento del pueblo con la política estaba planeado.

 Vamos a llegar más lejos. Imaginemos, por imaginar, claro, que la crisis es provocada. Que todo es una excusa, como ya ha pasado otras veces en la historia, para provocar una guerra, por ejemplo. Imaginemos que esta vez, la crisis está siendo provocada para plantear al pueblo un dilema: "¿Pan o libertad?" Que traducido a la lógica implica otorgar tu libertad y tus derechos por un plato de comida.

 Imaginemos que este teatro es más invisible aún de lo que podemos pensar. Que difícilmente, salvo que usemos la locura de la razón disparatada, aquella que no se limita a las ecuaciones matemáticas, podremos llegar a descifrar este complejo nuevo orden mundial. No llegaremos a saber cuando este Gobierno Internacional se ha impuesto. No sabremos desde cuando somos sus esclavos.

 ¿Qué os ha parecido el juego? Mas bien ha sido una película de terror, ¿no creéis? Bueno, hemos terminado. Dejad de imaginar. ¿Sentís algo desconocido? Probad a pellizcaros la piel. Quizás este teatro sí exista. Quizás ya seamos esclavos del Nuevo Orden Mundial. A lo mejor no se trata de imaginar, sino de tener la voluntad de llegar más allá. Quizás esa sea nuestra auténtica realidad.


Paz!

domingo, 4 de marzo de 2012

La luz en el horizonte negro.

 La muerte que acecha en el horizonte y echar la vista atrás por los años que han pasado y los tiempos que quedan en el recuerdo hacen inevitable que se nos pinte la cara de un color melancolía que es sostenida por unos hombros abatidos. Todo tiene un final. Porque la realidad es triste, y no querer mirarla a los ojos, es engañarnos. Y aunque el engaño pueda resultar un bálsamo, creo que todo ser humano debe luchar por ser libre.

 Los años no pasan en vano; cada hora, cada minuto, cada segundo, cuentan. Nuestros órganos se terminarán debilitando, y cuando llegue la hora, cada uno debe ser consciente de cómo ha aprovechado su turno en este parchís que es la vida. Por eso, hemos de aprender a encarar nuestro destino. No debemos mirar atrás, y si lo hacemos, qué menos que con una sonrisa. Porque en esta carretera llena de baches hay que mirar siempre hacia adelante, disfrutando de cada instante, bueno o malo, dulce o amargo, con un "carpe diem" tatuado en el pecho. Para que así, cuando la puerta se cierre tras nuestra, asegurarnos de que hemos dejado la luz encendida, y que nuestra existencia no se ha limitado a una oscura habitación, triste y desierta.

 Debemos ser conscientes de que nuestra alma no envejece con nuestro cuerpo, pues un cuerpo puede ser joven y el alma vieja, así como un alma puede mantenerse fresca cuando el cuerpo falle. Somos mucho más que un cuerpo carnal y simple. También debemos ser conscientes, de que lo que dejamos tras nuestra, nuestras pisadas, pueden hacernos inmortales. Nuestra llama permanecerá en combustión en la historia, o siendo más humildes, en el corazón y en la cabeza de quién nos quiere.

 Estos argumentos me resultan suficientes, aunque existen muchos más, para convencerme de que nuestra vejez y posterior fallecimiento no deberían ser un excesivo motivo de preocupación. Somos mucho más que una vida. Somos mucho más que nuestra muerte.


Paz!