Eché la llave y comencé a andar. Harto de estar encerrado en casa, comprendiendo que Inspiración había salido a tomar una copa, huí a respirar el aire nuevo. No iba arreglado, ni siquiera peinado, pero claro, llevaba años sin hacerlo. La barba de tres días, o cuatro, no sé, quizás cinco. Mi única compañera, mi mochila, herida de gravedad por las trincheras que ha atravesado a mi espalda. En su interior, mis tres compadres, los únicos sin los que, he de reconocerlo, no podría continuar escalando. Libreta, estilo, libro.
El sol apagaba la luz de su mesita de noche cuando arribé al pueblecito más cercano. A la entrada, una humilde parada de autobús atestada de gente. Unos mayores, otros más jóvenes, pero la mayoría, de mi edad. Yo llegaba, ellos marchaban. Todos muy elegantes, por cierto, pese a que el frigorífico de muchos de ellos esté falto. Hoy era noche de fiesta. Noche de lujuria, pasión, ostentación, exceso, y por último, goce.
Pasé de largo y continué mi camino sin destino. Decidí reposar en una colina desde la cual podía divisar el pueblo desde arriba. Silenciosos, los ancianos descansaban, los adultos deambulaban, los jóvenes huían. Saqué la libreta y con el estilo de mi mano, comencé a escribir el paisaje.
Mis párpados se abrieron con los primeros destellos de luz. Tomé el camino de vuelta y durante la misma, me tropecé con aquellos jóvenes que huyeron del lugar donde yo había encontrado la paz. ¡Vaya caras! Las cremas de ellas reflejaban haber llorado durante la noche, los rostros de ellos mostraban otros productos de belleza que obviamente no les eran propios. Las medias rasgadas de ellas reflejaban la adrenalina del sexo; las camisas arrugadas de ellos, el trabajo bien hecho. Los tumbos del pelirrojo, el que sabe que ha hecho algo mal. El rostro serio del inmaculado, el que no hizo los deberes. Las risas divertidas de ellas reaccionaban ante lo que su amiga se había tragado. Una noche de historias, sin duda.
¿Pero quién dice que esas historias fueran mejores que la mía? La noche fue mágica, mereció la pena, si yo tenía una gran historia, o en su defecto, un par de frases buenas...
Paz!