Giré en torno a ti, adorándote cual ave que pierde todo
respeto y miedo a quemarse.
Huí de ti, con intención de compensar una frente que pedía a
gritos más fiebre.
Volvimos equidistantes, paralelos, entre sílabas que confían
sin llegar a crear palabras.
Y mucho menos una frase.
Pero con el empezar de cero el nuevo amanecer, renace un
fuego azul del interior.
Retoman las palabras que crean frases, textos, vuelven a
cantar los alegres pájaros, y la fiebre aumenta hasta poder dormir en paz.
Esto es todo lo que te pedí, y ahora ese llavero tiene
sentido. Puede que no llegues a ser la llave que abra mi corazón, pero siempre
vas a estar acariciándolo, y haciéndolo sentir valorado.
Y feliz.