Rompí el hielo con fuego en la sangre y en los labios.
Me encontré con un muro de piedra que nos alejó, y no
intenté rodearlo.
Es más, cayó y lo levanté para y por mí mismo…
Hasta que te vi amanecer.
Los dedos de nuestras almas se enlazaron de forma tímida,
escondidos de indiscretos. La poesía tiene un precio que no pueden pagar y
seguimos ocultos en un guiño que desprende luz.
Leerte sin verte, te siento sin tocarte. Por nuestra lucha
contra los elementos, contra las leyes escritas. Por el aire que atrapamos. Por
seguir robándote sonrisas con silencios, caras largas, serias o a distancia.
Por el nervio en el labio y el baile del hoyuelo cuando te acaricio con
palabras y nos susurramos a gritos lo que sentimos.