No es la primera vez. Limítate a hacerlo. “Limítate a
sentirlo”, me dije, esta vez a mí. Sé que será lento, lento y silencioso. Como
siempre. Y volveré a sentirme solo, aunque rodeado. Sé que hace tiempo acepté a Soledad como imprescindible
compañía, pero supongo que unas cosas compensan las otras.
Yo sólo quiero pasear contigo y ser yo mismo, a pesar de las
veces que vuelvo a intentar ofrecerme a Cupido.
Sin embargo, volvemos a vernos de nuevo. ¿Cómo será esta
vez? ¿Sentiremos el calor de nuestros cuerpos en la distancia? ¿O ignorando el
roce nos sentiremos dos perfectos extraños? Yo ya desnudé una parte de mí, para
ti. No la despreciaste, del todo.
No obstante, estos ojos apenas han rozado el olor de tus
manos. Y no sé qué más hacer. Puedo gritar más fuerte. Puedo escalar la montaña
más alta. Para que me veas. Pero no conseguiría nada, porque siento que ya lo
he hecho. Y no sé qué más hacer.
Puedo dejar de regar esta maceta. Puedo dejar de susurrarle,
a esta flor. Puedo dejar de dar alpiste a este pájaro al que encomendé
acompañarme al Sol, aunque eso significara arder. Puedo dejar que te marchites.
Puedo pensar que “no somos tan parecidos”. Puedo pensar que “no eras como yo
esperaba”. Pero me niego. Me niego. Porque la indiferencia mata al que decide
esperar.
Pero esperaré. Esperaré en este banco, sentado, aunque tú
creas que yo ya cogí el primer autobús. Esperaré tu vuelo, porque sé que sabes
volar. Todo lo que necesito es una señal. Una señal. Y esperaré, lo que haga
falta.
Paz!
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