domingo, 22 de julio de 2012

Huida.


 Abrí la puerta del piso derramando lágrimas sobre la llave. Una vez más. Otra de tantas. ¿Cómo esquivar tantos puñetazos? Era abrir la puerta, la maldita puerta… y empezaba todo. Un torbellino de tormentos, sufrimientos y llantos, suicidios en el vecindario, embarazadas desesperadas porque traen al mundo una desgracia y no una luz…

 Me daña. Me daña la luz del sol, la luz de las farolas. Luz de luciérnagas, luz de cigarrillos… Salir a la calle me resulta un martirio. Un sacrificio que no estoy dispuesto a realizar. No pienso sangrar por lo que veo ahí fuera, por ese mundo artificial falto de colores.

 Por tanto vuelvo a mi piso. Por tanto vuelvo a mi cuarto. A mi cuarto de paredes vacías de muebles, pero llenas de sentimientos, de pensamientos, de colores. En mi cuarto no hay ventanas; yo dibujo mis vistas. Cierro los ojos y me evado. Muchos dicen que es peligrosa, que es adictiva, que te desposee de ti mismo y te hace actuar como una persona que realmente, no eres tú. Pero yo siempre esquivé sus acusaciones, sus dedos que me señalan amenazantes. Me abandono a ella y echo a volar sin alas. Actividad frenética seguida de un tembleque extraño. La paz.

 Sin ella no soy nada, sólo polvo sin amor. Llámala imaginación, poesía, escritura o arte. Yo la llamo demencia, ya que de tener algo de cordura, dejaría de ser libre.


 Paz!

No hay comentarios:

Publicar un comentario