martes, 1 de enero de 2013

Manzana prohibida

No importa la distancia si lo que importa es el latir. Y siempre vuelves. Siempre, siempre. Te creo óxido en el recuerdo pero vuelves y te haces presente. Entumeces mis sentidos y no huelo tus manos sino el pasado. No recorro tu mirada sino aquella vieja fotografía en mi cabeza. No atravieso el desierto sino las pisadas.

Y me expongo, porque me expongo. Y me provocas, porque me provocas. Y hacemos entre los dos inútiles todas esas misteriosas apariciones envueltas en papel de plata y adornadas en sus mejores galas con inteligencia, sobriedad, y si Fortuna te sonríe, poesía.

Concluyo, eres una puta. Sal de mi vida si no vas a darme más que desgracias armadas en inocencia. Quiero los abrazos y los besos, el amor. No así tus malos ratos, mas jamás confundir con la reflexión. Trazo al diablo que me reconcome y me ofrece la manzana maldita por cuarta y quinta y sexta vez. Quién sabe si así lo invoco y es suicidio.

Yo sólo te puedo pedir perdón por enturbiar tu sonrisa y por mi mala cabeza.

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