XX
Reconozco que yo también me encontraba conmocionado. Todo era
tan… no sé. Joder, no podía hacerme una idea de lo que estaba pasando. El
cuerpo de Silvia tras la ventana me sacó de mi trance. Había agarrado una bolsa
de pastillas. Las deslizó por su boca y las tragó. No paraba de llorar. Ahí,
salí corriendo.
Me tropecé con John por el pasillo y de una voz lo obligué a
regresar a la habitación de Silvia, Clara o Bífida.
La encontramos tumbada. Temblaba y lloraba, con un test de embarazo positivo en
la mano. Sus constantes vitales aún eran estables.
-¡¡Que alguien llame a una ambulancia!!- llevaba a Silvia en
mis brazos, y el resto de personas del club miraban atónitas. John me seguía.
De camino al hospital, Silvia comenzó a empeorar.
-La sobredosis de éxtasis le está provocando una
taquicardia- el asistente confirmaba lo que desgraciadamente esperaba.
Los desfibriladores fueron inútiles. Silvia se moría delante
de mí, y yo no podía hacer nada. No pudo ni siquiera llegar al hospital; su
corazón dijo basta.
John observaba la situación distante, sobrecogido, inmóvil.
Cuando el asistente anotó la hora del fallecimiento, John rompió a llorar. De
repente, extrajo una Glock de su chaqueta y la metió en su boca. El impacto fue
bestial.
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