XII
RoseFlow, White Rain, Moulin Chaud y Pure Land.
Cuatro clubs en Orelan, además de la prostitución ejercida en la vía pública.
Esto último lo descarté; si estaba tan seguro de que Silvia había entrado en el
negocio, y conociendo el por qué, no podía estar en la calle.
Mi primera noche en RoseFlow
fue en vano. No encontré a Silvia, las putas eran sudacas y la mamada era cara.
Desde ese día tomé la decisión de limitarme al show de striptease. Tomando una
copa en la barra, esa primera noche, oí rumores. Los señores de la noche
andaban muy cabreados. Los primeros reportajes afectaron a camellos de segunda,
“don nadies” en el mundillo. Si atacaban a los clubes, estaban atacando mafias.
Aquel letrero rosa parpadeaba insistentemente en la
distancia anunciándome que estaba llegando a White Rain. Me senté en la barra observándolo todo pero viendo el
espectáculo. Tenía que encontrar a Silvia costara lo que costase. Pasaron la
una, pasaron las dos, pasaron las tres, las cuatro, las cinco, y nada. No había
rastro de Silvia. Aunque me doliera hacerlo, decidí abandonar el local. Afuera
hacía frío. Cerré los puños y los introduje en los bolsillos de mi abrigo,
caminando de vuelta a algún lugar.
No me había alejado cien metros cuando oí un grito, seguido
de una súplica. En un acto de valentía al que no estaba acostumbrado, decidí
acercarme. Por su vestimenta, el tipo debía regentar White Rain. Por su ausencia de abrigo, la muchacha debía ser una
prostituta. Ella lloraba a sus pies. Él estaba enfurecido.
-Escúchame Mery, porque puede que no vuelvas a hacerlo. Dime
quién es el topo…
-…no lo sé, no lo sé, lo juro…
-¡Mientes!
La abofeteó, algo que pareció hundirla pues dejó de llorar.
-Sé que lo sabes. Quieres engañarme, pero no... ¿Sabes? En
el caso de que fueras una puta buena, porque ten claro que antes que nada eres
una puta, y no supieras nada, lo que voy a hacer asustará a aquellas o aquellos
que sí saben lo que busco…
-¡No! ¡Por favor, se lo ruego! ¡No…!
Mery no pudo terminar su súplica: una bala entró por su sien
y escapó por su mandíbula. El silenciador no evitó que unos cuervos huyeran
aterrorizados.
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