XVIII
Es triste recordarlo ahora, pero debo admitir que desconfié
de Silvia. Había pasado demasiado tiempo. La siguiente semana, el miércoles, me
planté en el club para hablar con Silvia, a primera hora.
Fue una conversación banal, absurda, sin ningún motivo ni
orientación. Pero sirvió para colocar un micrófono que me permitiría escuchar
todo lo que allí sucediera. No era algo que me agradase hacer, pero me vi obligado. Aquella noche,
John volvió.
-¡Silvia!
-Hola, mi amor. ¿Cómo estás? ¿Qué tal el trabajo? –se
estaban besando… como una pareja. Desde los primeros instantes resultaba
notorio que Silvia era algo más que una puta para John.
-Mal, bueno… ya sabes. Típico día en el banco en el que el
moroso te culpa de todo- sus risas reflejaban su ignorancia sobre el
conocimiento de Silvia. Era astuta, desde luego.
-Ya, entiendo… ven, vamos a tumbarnos y a descansar.
Necesitas descanso…
-Oh, vamos, uno rapidito aunque sea… vamos, princesa, tú
déjame a mí…
-No, John, de veras. Descansa…
-No quiero descansar, quiero devorarte…
-¡¡John, para!!
Tras el grito de Silvia, la habitación permaneció en
silencio unos segundos.
-John, cariño, tengo algo que decirte…
-¿Qué ocurre, Clara?
¿John no conocía su verdadera identidad?
-John, estoy embarazada…
Esta vez sí, el silencio fue absoluto. Juraría que escuche
algún latido, y no era el mío.
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