XVII
Pasaron cinco días. Una semana. Dos. Seguía sin saber nada
del reportaje de Silvia, y realmente comenzaba a impacientarme. Era consciente
de donde se estaba metiendo, el riesgo era enorme. Cualquier despiste podía
arruinarlo todo.
Así, decidí presentarme en Moulin Chaud sin previo aviso. Me comentaron que Silvia estaba ocupada
y esperé entre copas de Jack Daniels y Four Roses. Iba a pedir la cuenta cuando
la vi asomar en su pasillo. Al verme, se acercó.
-Estoy con él, ¿qué quieres? – parecía nerviosa, incómoda
ante mi visita.
-Sólo quería saber cómo estabas… estás en peligro, lo sabes.
-No, él no me hará nada… - agachó la mirada evitando el roce
de los ojos.
-¿Qué sabes?
-John Santos tiene contacto con una de las mayores mafias de
la zona. Él se encarga de suministrar la droga al resto del gobierno. Es una
mina de oro…
-¿Algo más?
-Sí… tiene cuentas en un paraíso fiscal en un lugar que aún
desconozco. Seguramente, alguna isla.
-¿El muy capullo te ha contado todo eso?
-No. Ven –me condujo hacia la habitación donde John
permanecía aparentemente dormido en la cama- Está drogado. En estos momentos
agarro su cartera y su móvil. Así sé la mayor parte de las cosas, aunque lo de
las cuentas…
-¿Qué pasa con las cuentas?
-Creo que quiere que nos fuguemos, él y yo. Ya te dije, no
es feliz. Antes de perder el conocimiento, balbucea que nos vayamos.
-Este hombre ha perdido el juicio.
-Sí, está loco…
Antes de salir la advertí de que no debía demorarse. El
tiempo apremia pero debía ser completa en la información. Cuando saliera a la
luz, habría que huir.
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