VII
Mentiría si dijera que no me dolió. Con los Zaho había
alcanzado lo más parecido a la felicidad que había tenido nunca cerca de mis
dedos. Ahora debía volver a nacer, volver a buscarme la vida.
La felicidad… a día de hoy, aún la persigo. Quizás perseguir
no sea el verbo apropiado… más bien esperar, anhelar. Creo que muy a menudo mi
sociedad se confunde. La felicidad no es la ausencia de tristeza o
preocupaciones. Es algo más. Siempre es algo más… ¿pero cómo voy a definir el
olor de un perfume que nunca he disfrutado?
Lo que sí sé es que yo no podría tener la cabeza vacía. Yo
siempre tengo ideas y preocupaciones; eso me hace sentir que sigo funcionando.
Otros preferirían tenerla vacía, y lo llaman a eso felicidad o paz. Bien,
supongo que podría decirse que yo alcanzo la paz estando en guerra. Quizás sea
yo el perro verde.
Sin embargo, no importa la idea de felicidad que tengan;
ésta siempre ha estado lejos de mí. No he vuelto a tener un contrato como el
que tuve con los Zaho. Volví a vivir en un piso de mierda en Orelan y me apunté
al paro. Fui tirando a la vez que hacía alguna chapuza en algún jardín. Cuando
vi que no era suficiente, comencé a repartir pizzas. Cuando vi que no tenía
otra opción, comencé a vender droga.
Aquel mundo no era extraño para mí. Siempre la tuve cerca.
Aún recuerdo amigos del instituto atrapados por ella, incapaces de alejarse, de
moverse… hace tiempo que no sé nada de ellos. Yo me mantuve firme y no entré,
es más, la rehuía siempre que podía. De repente se convirtió en mi última
alternativa.
Empecé cultivando marihuana y más tarde me dediqué a vender
otras sustancias ilegales. Todavía son ilegales sí. Yo soy de la opinión de que
deberían legalizarse. Con prohibiciones, la gente no desarrolla su inteligencia
salvo para obtener lo prohibido. Un día escuché que deberían prohibir los
libros. Qué razón.
Seguía recordando a Maggie. Era incapaz de asimilar su
muerte, su asesinato. ¡Qué tragedia! El caso se cerró sin más, y no porque
fuese extremadamente claro. Yo que había estado próximo a ambos poseía muchas
más preguntas, aunque prefería guardarlas para mí. Además, Silvia nunca vino a
verme. Tampoco yo a ella, es cierto. Nadie pareció interesado en investigar el
caso. Ni siquiera Silvia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario