jueves, 16 de mayo de 2013

Puzzle de Medianoche: Capítulo VII


VII


Mentiría si dijera que no me dolió. Con los Zaho había alcanzado lo más parecido a la felicidad que había tenido nunca cerca de mis dedos. Ahora debía volver a nacer, volver a buscarme la vida.

La felicidad… a día de hoy, aún la persigo. Quizás perseguir no sea el verbo apropiado… más bien esperar, anhelar. Creo que muy a menudo mi sociedad se confunde. La felicidad no es la ausencia de tristeza o preocupaciones. Es algo más. Siempre es algo más… ¿pero cómo voy a definir el olor de un perfume que nunca he disfrutado?

Lo que sí sé es que yo no podría tener la cabeza vacía. Yo siempre tengo ideas y preocupaciones; eso me hace sentir que sigo funcionando. Otros preferirían tenerla vacía, y lo llaman a eso felicidad o paz. Bien, supongo que podría decirse que yo alcanzo la paz estando en guerra. Quizás sea yo el perro verde.

Sin embargo, no importa la idea de felicidad que tengan; ésta siempre ha estado lejos de mí. No he vuelto a tener un contrato como el que tuve con los Zaho. Volví a vivir en un piso de mierda en Orelan y me apunté al paro. Fui tirando a la vez que hacía alguna chapuza en algún jardín. Cuando vi que no era suficiente, comencé a repartir pizzas. Cuando vi que no tenía otra opción, comencé a vender droga.

Aquel mundo no era extraño para mí. Siempre la tuve cerca. Aún recuerdo amigos del instituto atrapados por ella, incapaces de alejarse, de moverse… hace tiempo que no sé nada de ellos. Yo me mantuve firme y no entré, es más, la rehuía siempre que podía. De repente se convirtió en mi última alternativa.

Empecé cultivando marihuana y más tarde me dediqué a vender otras sustancias ilegales. Todavía son ilegales sí. Yo soy de la opinión de que deberían legalizarse. Con prohibiciones, la gente no desarrolla su inteligencia salvo para obtener lo prohibido. Un día escuché que deberían prohibir los libros. Qué razón.

Seguía recordando a Maggie. Era incapaz de asimilar su muerte, su asesinato. ¡Qué tragedia! El caso se cerró sin más, y no porque fuese extremadamente claro. Yo que había estado próximo a ambos poseía muchas más preguntas, aunque prefería guardarlas para mí. Además, Silvia nunca vino a verme. Tampoco yo a ella, es cierto. Nadie pareció interesado en investigar el caso. Ni siquiera Silvia.

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