miércoles, 18 de enero de 2012

Mi frustración y mi esperanza.

 Me siento frustrado. Mi boca habla y mi pluma escribe, pero... ¿qué hago realmente? Denuncio aquello que no me parece justo, ¿pero soluciono algo? Hablo de un mundo de utopía, ¿pero estoy cambiando la realidad? Me siento como quien construye un castillo de arena que la mar destruye. Espuma de realidad que deshace mis sueños. Mi hombro, siempre dispuesto a arrimar, no arrima. Remango mi camisa pero... ¿a quién ayudo?

 Me siento frustrado. Hasta que no haga algo grande por mi sociedad, creo que no saciaré mi sed por cambiar las cosas. Aun dependo de mi familia económicamente, por tanto mis limosnas no pueden pasar de meros céntimos.

 Me siento frustrado. ¿Qué puedo hacer? De momento, me resigno a escribir, con mucho gusto. Pero pienso... quizás ya esté haciendo algo. Quizás haya alguien detrás de esa pantalla, una sola persona, o quizás dos, o tres, que haga algo más que leer lo que escribo. Quizás le haga pensar. Quizás pueda transmitirles mis ganas de cambiar el mundo. Quizás duden de lo que yo dudo. Quizás les transmita amor, quizás les transmita guerra.

 Y si no soy yo el que haga algo, quizás sea una de esas personas que leen lo que escribo la que lo haga. Y eso convertirá lo que escribo en un motivo de orgullo. Convertirá lo que escribo en la gota que colma el vaso de la impaciencia, del ver injusticias que no cesan y ante las que nos cruzamos de brazos.

 Y entonces, entonces sí, mi sed se habrá saciado. Podré morir en paz.


 Paz!

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