"Se llama vivir y no es fácil".
Y es cierto. Cada persona es un mundo, ninguna vida vale más que otra, todo el mundo sufre y goza, llora y ríe, sueña y lamenta.Todo el mundo respira y muere, unos entre oro y otros entre polvo. Pero no todos somos iguales.
Pagó su copa, dio las gracias y las buenas noches, sacó la máscara del bolsillo, se inclinó y salió a la lluvia.
¿Y qué le diferencia a él del resto? Debería empezar por lo que los asemeja, supone, y es la condición humana. Sin embargo, bajo su máscara roída, no podía evitar ver al resto del mundo por encima de su hombro, bufando desencanto, sin saber muy bien si quería cambiar de opinión con respecto a sus semejantes.
Él nunca pensó como los demás. Nunca se miró como los demás. Nunca sintió como los demás. Supuso que precisamente eso era lo que lo diferenciaba del resto. No obstante, implícito en su condición humana estaban la sed y el hambre, que tiraban de él frenéticos cuando la piel le quema, haciéndole replantearse la posición de sus astros y la armonía de su cosmos. Devolviéndole la visión del espejo que no quería ver. La que le mostraba que estaba hecho del mismo material que los demás.
Pero algo le devolvía a su hogar, algo que llegaba en días señalados y hacía volver a creer en sí mismo y en sus tatuajes. Algo que, de una contradictoria forma que le hacía volver a replantearse todo, le demostraba que quedaba esperanza y motivos para creer, motivos para quedarse.
Volvió a tomar la esquina para enfrentarse al tablero, con la diferencia de que ésta vez lo hacía con una sonrisa en la cara.
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