jueves, 3 de noviembre de 2011

Fight the power.

 Veo conspiración por todos lados. A veces me preocupo. Mi cabeza está enferma. Pero no, mi cabeza está lúcida. El mundo está enfermo. Seas optimista, pesimista o neutral, has de poder verlo. Y esta enfermedad no la curan ni Rajoy, ni el euro ni los mercados juntos. El mundo es un tren, y por muchas nacionalidades, razas o religiones que quieran inventar, todos estamos en el mismo vagón. Este tren se precipita a un precipicio. ¿Qué maquinista tan malvado, no? Sin democracia, somos meros pasajeros que vagamos sin rumbo entre los pasillos de nuestro vagón. Los cristales de las ventanas, tintados, para no ver el precipicio. No debemos sentir temor, como no siente temor la oveja que sigue al pastor sin preguntarse a donde. Abre los ojos. Rompe puertas. Entra en la sala de máquinas. Combate la autoridad.

 Pero no es fácil. Ellos, los que gobiernan este mundo, que por cierto no siempre coinciden con políticos ni reyes, no quieren que luches. Es más, no quieren que te muevas. Quieren que obedezcas. Limitarán tus derechos. Te robarán. Te atarán de manos y pies con leyes que no tienen sentido. Silenciarán tu libertad de expresión si hablas peligroso. Combate la autoridad.

 Porque... ¿qué forma de vida más noble que combatir por nuestros derechos y por los derechos de quienes vendrán? ¿Vas a seguir agachando la cabeza al recibir la bofetada? ¿Vas a mirar a otro lado cuando introduzcan su mano en tu bolsillo? Toma las riendas de tu destino. Sal a la calle y cambia tu presente. Cambia tu futuro.

 Habrá que atravesar la ilegalidad. Desobediencia civil. Porque el mejor ciudadano no es el que cumple las leyes que le dictan, sino las que le dicta su moralidad. Y para los que vean utópica esta situación... allí arriba nos temen. Y mucho. Power to the people. Fight the power!

Combate la autoridad.


Paz!

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