lunes, 19 de septiembre de 2011

Ciudadano del mundo.

  Desgraciadamente, en esta España siempre va a ser un tema de discusión caliente los nacionalismos. Duramente son criticados a diario tanto el nacionalismo catalán, como el vasco. El último precedente, en la fiesta del Día de Cataluña con la quema de una bandera española. Un gesto feo, muy feo, que desprestigia algo a una fiesta tan respetable como la Diada. Y que decir del nacionalismo vasco, caracterizado por episodios violentos cuya tregua reciente esperemos definitiva.

 Mas, obviando estos incidentes, cada persona es libre de sentirse de un lugar más que de otro. ¿Qué problema existe con que un catalán se sienta más catalán que español, eso sí, pacíficamente? Una cosa que me parece totalmente absurda, es que las críticas más duras a los nacionalismos vascos y catalanes, provienen de otros nacionalistas, los españoles. Y a mí, nacionalismo vasco, catalán y español me parecen tanto monta monta tanto. Exactamente lo mismo.

 Ante todo, yo respeto el derecho legítimo de cada persona a sentirse identificada por el territorio, nación,  institución, bandera, escudo, tradiciones o gobernantes que le parezca en gana. Pero siempre y cuando esta persona respete a quién no comparta esta identificación. Porque me parece algo muy feo eso de rechazar a una persona de un territorio por no ser originaria de éste, argumentando que no tiene derecho. Los nacionalismos pueden llegar a ser muy peligrosos, y tal como los definiría un gran profesor mío: "El nacionalismo puede llegar a ser el cáncer del S.XXI".

 Dentro de mi respeto, tiene lugar el desacuerdo. Pues pueden ocurrir incidentes graves por la absurda defensa de unos ciertos límites territoriales impuestos por gobernantes por intereses, o a base de sangre. Por no hablar de que el lugar donde cada uno nace es totalmente al azar, nadie elige en que país nace.

 Muchos dirán: "¿Entonces tú, qué pollas eres?". Yo soy un ciudadano del mundo, amigo mío. Pues puedo sentirme orgulloso de ciertos elementos españoles, poquitos pero algunos, y muy orgulloso de haber nacido en una tierra maravillosa como Granada. Pero me parece más bello aún el sentirse identificado con la humanidad en sí, aceptar como hermanos a marroquíes, rusos, japoneses, paraguayos, argentinos... Porque el nacer en un país no nos impone nada en la sangre, todo depende de nuestra educación y desarrollo como persona. Cada país tiene cosas buenas y cosas malas. Me identifico con las buenas, porque creo que es un sentimiento muy sano el desear en ocasiones vivir en un lugar distinto al que habitas.

 Por eso hoy día, yo no tengo duda. Cuando me toque rellenar mi carnet de identidad, mi nacionalidad estará en blanco. No quiero ponerme la etiqueta de ser de un lugar y no de otro. Soy de todas partes, y siento el mundo entero como mío, igual que en mi país puede vivir en paz cualquier persona. No lo duden, soy un ciudadano del mundo. ¿De dónde eres tú?



Paz!

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