Había
equivocado el objetivo, y cuando lo sospeché, no pude imaginar cuánto. Tuve que
reconocerlo todo como desconocido para descubrir lo perdido que estaba.
Alguien
toca a la puerta. Es el estado de ánimo que tanto me ha faltado. No diré que es
una sonrisa porque no es mi boca la que debe portarla. Bienvenido sea; que no
es el eterno anhelo sino la eterna búsqueda. Que no es la exigencia sino la
incertidumbre. Que no es un deseo sino una vida.
Se
apagó la antorcha en el laberinto oscuro y la penumbra me dejó ciego. Volví a
ver sin ojos para que se hiciera de día.
Quien
mejor comprende mi mundo regresó conmigo para reenseñarme por qué soy. No abrió
las aguas; calmó al mar. Entre la niebla, vuelve a trazarse un horizonte.
No
me deshice de ellos; mis complejidades y mis miedos hacen útil la mochila.
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