A lo largo de la historia, innumerables pensadores han dedicado una parte de su vida a diagnosticar una enfermedad para esta sociedad. Evidentemente, existen varias posibilidades, ya que nuestro mundo delira. Freud diagnosticó la neurosis. Marx, la alienación. Nietzsche, el nihilismo, el vacío de valores y emociones. Mis ideas se aproximan más a este último, sin arrebatar ni un ápice de razón a los demás. La enfermedad que este insensato diagnostica la indiferencia.
¿Qué entiende este insensato por indiferencia? Llamadlo indiferencia o pasividad. Estoy harto de ver a gente que no mueve un dedo por cambiar su propia vida, y ya ni hablemos para cambiar las condiciones de vida de otros. Si todos sabemos que la justicia no es justa, que la economía no es igualitaria, que la riqueza está mal repartida, en definitiva, que el mundo es un gran caos, ¿por qué no hacemos nada para cambiarlo?
Nuestra sociedad es febril. Se halla altamente debilitada para ciertos propósitos que requieran un mínimo esfuerzo. Cada uno de nosotros padecemos una fiebre alta que nos impide recoger del suelo aquel lápiz que cayó bajo la cama para continuar escribiendo la historia de nuestras vidas.
Todos sabemos que la política es improductiva. Que se dedican a robar. Que sólo piensan en su interés personal. Que poseen unos derechos que suponen un insulto al pueblo. ¿Pero qué hacemos? Votamos a uno distinto para ver si no sale igual que los anteriores. ¿Cuándo vamos a plantearnos cambiar la política nosotros mismos?
La crisis conciencia a nuestro país de que la pobreza no es algo que ya se haya superado, y que a veces hay que remangarse y echar una mano. ¿Pero quién piensa en África? ¿Ya hemos dado por muerto aquel continente? Ni aldea, ni ciudad, ni provincia, ni comunidad autónoma, ni país. ¡¡Un continente entero!! Parece que sea ajeno a nosotros, que sólo exista en una dimensión distinta a la nuestra.
¿Reflexiones? ¡Eso sólo dan problemas! Parece que todo aquel que use su capacidad de pensamiento y razonamiento es un amargado. Y si no es mal visto o rechazado, se alaba como algo extraordinario fuera del alcance de los normales. ¿Tanto esfuerzo requiere?
Parece que el querer cambiar el mundo pertenezca a la juventud de cada uno, y que a partir de que uno comienza a trabajar, sólo sueña con tener una familia y una vida sencilla y tranquila. ¿Dónde queda el desafío de tirarse al vacío y querer cambiar un poco las cosas? Ah, esa gente está encerrada en un manicomio con la etiqueta de "locos".
Mientras que los "emprendedores" sigan limitándose al aspecto empresarial, este mundo tiene una difícil vuelta de hoja. Pero lo mejor de todo es que está en nuestras manos, en las manos del ser humano, del pueblo. Porque unas perlas de sudor en la frente de cada uno para una causa desinteresada a corto plazo, y positiva para la humanidad a largo plazo, no suponen un esfuerzo demasiado grande.
Anda, deja de hacer el gilipollas y recoge el lápiz que se te ha caído bajo la cama. Debes seguir escribiendo tu historia.
Paz!
No hay comentarios:
Publicar un comentario