Cavilaba yo en el autobús de regreso a casa sobre mi supuesta enfermedad, una enfermedad que me hace distinto al resto. Hasta que los vi. Y no, no fue un día señalado. No lo predijo nadie. Fue en un día normal. Un día de esos en los que tú siempre tienes otras preocupaciones. Y los vi. Me fijé en sus rostros. En sus ojos, en sus miradas. En el movimiento de sus manos, en el balance de sus hombros. Entonces lo comprendí todo: esta sociedad enferma acusa de locura a quien es diferente.
El poder ha logrado lo que pretendía. Éxito rotundo. Ha transformado seres humanos en juguetes de plástico. Puedes caminar, o ir en autobús, y observar sus rostros, sin emoción alguna. No sienten. Creen conocer el amor, pero el amor no es entre dos personas, y los que sabemos qué es, podemos verlo. Creen conocer la felicidad, sin saber que cada vez que es susurrada, más se evapora en nuestros labios.
Somos soldados, adiestrados para ser competitivos. La competitividad, la rentabilidad, sustituyen valores como la solidaridad. ¡Oh, valores! ¿Quién sabe hoy lo que son valores? Si a quién intenta ayudar se le acusa de insensato, y a quién va pisando compañeros, lo llaman inteligente. Te inculcan que defenderte a ti mismo, o a otro compañero, ante el profesor, sólo te traerá problemas. Serás un abogado de pobres. Y los abogados de pobres no ganan juicios.
Te dicen que olvides tus sueños, tus ilusiones. Que la realidad es cruda, que la vida es gris, y que cuanto antes se asuma, antes aprenderás a sobrevivir. ¿Crees que puedes ir por ahí abrazando gente? ¿Sonriendo? Por favor, qué ordinariez. ¿Crees que alguien va a tenderte una mano cuando lo necesites? Olvídalo.
Nos han convencido de que el gobierno es un ente superior, de gente mucho más inteligente que nosotros. Que sus acciones jamás serán comprendidas por nuestra inferior capacidad intelectual. Somos iguales que ellos. Somos humanos. Pero nos han convencido de que hay cosas que es mejor no cuestionar nunca...
Importa producir. Llenar el bolsillo y la nevera. ¿Cuándo soñamos? De momento, ya tienen una sociedad gris. Como dijo Nietzsche, hay que buscar nuevos valores. En niños. En artistas. En creadores. Yo añado: en animales. Nos están enseñando a desaprender aquellos valores con los que nace el ser humano. Así, ¿quién va a tener tiempo para pensar, para amar, para revelarse? Claro, así están gobernando las entes financieras...
Vi sus cuencas vacías en el autobús. Vi el invierno. Vi un muro gris al fondo. Busqué a Amor, pero no lo encontré. ¿Quién va a ayudar a este enfermo a encontrarlo?
Paz!
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