A veces, cuando, tendido en mi silencio, reflexiono, sangro. Sangro porque recuerdo el pasado y lo que pudo ser y no fue. Sangro porque observo el presente, lo que es y lo que me gustaría que fuese. Sangre porque imagino el futuro, cómo me gustaría que fuese, y cómo me aterroriza que sea.
Y si sangro es porque soy de carne, y no de piedra. Late un corazón caliente bajo este pecho. Nada puedo hacer para cambiarlo, aunque a veces, me gustaría poder hacerlo, pues me desangro. ¿Por qué mi corazón siente? ¿Por qué no es de esos, que parecen de piedra? ¿Por qué experimento la sensación de soledad, si lejos de estar solo vivo en medio del tumulto? ¿Por qué te echo de menos y te siento tan lejos, si estás ahí al lado?
¿Por qué mi corazón siente? ¿Por qué no es de esos, que parecen de piedra? ¿Por qué dependo del amor de los que me rodean? ¿Por qué no soy autosuficiente? Como aquellos que sonríen sin pedir nada a cambio. Como aquellos que aman sin ser recompensados, y se sienten amados.
¿Por qué mi corazón siente? ¿Por qué no es de esos, que parecen de piedra? ¿Por qué dejo de respirar si no doy amor? ¿Por qué me planteo el por qué de dar amor, si nada recibo a cambio?
Pero un día amanecí con la respuesta. Ama sólo a quién lo merece. Ama la naturaleza, pues ella es fuente de energía y siempre busca su transmisión en un frenesí de sensaciones. Y sobre todo, se consciente de quién te ama de verdad, porque a veces lo obviamos, y no busques ser amado por quién nunca va a amarte.
Si tú, que estás leyendo esto, también sientes el brotar de tu sangre, el latir de tu corazón, y te planteas estas preguntas, sólo puedo contestarte una cosa. Nunca dejes de amar. Sin amor, el mundo no tiene sentido. Es amor la luz en las tinieblas, y no la causante de éstas. Busca en diversas formas de vida el amor que puede satisfacer tu corazón. Y porque dicen por ahí, que algo bueno siempre llega a quién lo sabe esperar, ¿no? No dejes de amar.
Paz!
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