Siempre he adorado asomarme a mi ventana. Puedo asomar la cabeza, o no hacerlo. Pero me encanta mirar por ella. Mirar y ver pasar la vida. Una calle solitaria. A veces pasa una persona, o dos, o tres. Más de tres, raro. Parece una foto. Te sientes como si aquella calle no fuese contigo, como si vieses una película tras la pantalla. Por un momento, no perteneces a este mundo.
Suelen sacarme de este trance, palomas. Se detienen, caminan, me observan tras el cristal. No se sorprenden, ellas ya sabían que yo estaba ahí detrás. Buscan una respuesta. Claman una señal. Pero no me fío. Yo también las observo, con interés, buscando otra respuesta. Pero ya no me fío. Buscan un lugar en mi corazón.
Ya le di la oportunidad a una paloma. Y cuando creía haber alcanzado aquello que en los libros llaman amor, me di cuenta de que sí, que estaba enamorado, pero era un falso amor. Un amor que se dibuja en el vaho del cristal para luego desaparecer sin dejar huella.
Aún así, sigo observando palomas. Unas parecen interesantes, otras ni lo parecen. Las que parecen interesantes me lo demuestran con su vuelo. Pero sólo aparentan. Ninguna sabe volar de verdad. No veo a ninguna capaz de llevarme con ella hasta el cielo y alcanzar la felicidad. Defraudado, agarré un papelito y escribí en él un mensaje:
"Si vas a volver para quedarte, que seas de verdad."
Lo doblé con cuidado y lo até a la pata de la paloma que antes pasó por mi ventana. Y la hice volar. Y ahora aquí me ves, escribiendo mientras miro por mi ventana. Esperando a la paloma que me haga volar. Porque si vuelves, porque si vuelves para quedarte, amor, vuelve, vuelve, pero que seas de verdad.
Paz!
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