martes, 11 de marzo de 2014

Lunes, miércoles y mayo

Lunes, martes, miércoles. Y yo vivo el lunes pensando en el martes, y el martes en miércoles. El frío de enero me recuerda al calor de agosto y la brisa de septiembre a la lluvia y al viento de marzo y abril. Cuando pienso en mayo veo tu rostro.

Es el valor de las cosas, lo que viven. La comodidad de lo que tienes y la incomodidad de lo que se escapa a ti o se derrama por tus dedos. Como el cabello que fallece cuando acaricio. La incertidumbre de mañana, de la mancha en la chaqueta. La altura de la nieve, o de la marea.

Lo que poseo, no porque se acurruque en mi pecho sino porque puede dejar de hacerlo. Con la euforia primaveral o la melancolía del otoño. Pensar que puedes ser la hoja que hoy piso, y que ayer gobernaste la copa de este árbol. Temer que no seas para siempre.

Porque ya perdí lo que más quise, diciéndole adiós, repasando con los dedos el trazo del tatuaje que me hice. Sufro la demencia del pirata que no se baña en el oro porque teme perder su plata. No saboreo la cena de hoy porque pienso en qué haré de comer mañana.


Una eterna angustia que me interroga por mi luz. “Apagada, supongo”, contesto, “así como va a brillar”.

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